Mientras en Colombia, la posibilidad de una gobernabilidad progresista o de izquierda, es algo que todavía no tiene un piso asegurado, uno se da cuenta que en países como la Argentina, un síntoma como el señalado pareciera ser parte del pasado. Pero cuando se examina tanto el intento de revocatoria que está padeciendo el alcalde bogotano Gustavo Petro de notable corte progresista, quien viene llevando adelante una gestión que podría ser modelo, y no sólo para su país; y a esto uno lo relaciona con la mayoría de las gestiones tanto provinciales, como municipales en nuestro país, la primera sensación que da, es que el esquema se invirtiera y que el piso logrado en una década, en cuanto al trazo general de la política nacional, no alcanza a tener la suficiente correspondencia en los trazos pequeños, que es donde también se dirimen las relaciones de fuerza entre lo nuevo y lo viejo.
En Colombia la ultraderecha no tolera signos progresistas, e intenta destruirlos combinando todas las formas de lucha, tal como les gusta decir, pero de todas formas hoy Bogotá se convirtió en muy poco tiempo en un símbolo de lo que los diferentes gobernantes locales suramericanos debieran hacer. Un modelo de gestión en cuanto a la planificación urbana, la seguridad, el transporte, pero también hechos emblemáticos como suprimir las corridas de toros y convertir al predio en una plaza para la cultura. El tratamiento ambulatorio de los drogadependientes, el desarme, el cuidado del medio ambiente, Basura cero, hacen hoy una Bogotá diferente, y es en ese punto donde uno ve que solamente: es necesario estar en los detalles y tener la voluntad de hacer con ellos todo lo que mejore considerablemente la calidad de vida de los ciudadanos. Sin dudas la derecha eso no lo perdona, ya que eso afecta sus negocios. La derecha necesita muy poca transparencia y condiciones favorables para sus actos de corrupción. Eso es parte de lo viejo.
En la Argentina llevar adelante una gestión local modelo, o generar alternativas progresistas, no son más que tareas necesarias para que tras una década de cambio de signo, éste pueda profundizarse en lo cotidiano. Hablar de una década ganada no debe resultar una palabra vacía, sino el aprovechamiento integral de esas condiciones para seguir generando lo nuevo.
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