“Desde Freud el sadomasoquismo no sólo es analizable debiera ser disuelto” Oscar Masotta
Llevar adelante un severo
ajuste económico, conlleva en las grandes masas, un gran sufrimiento, un gran
esfuerzo. Un ajuste se ampara en necesidades estructurales, se esté de acuerdo
o no con esa clase de políticas. No entraremos en ese debate.
Lo que se intenta
subrayar es otra cosa. Es el hecho de que llevar adelante un ajuste feroz,
implique en quien lo hace, disfrutar de ello y mostrarlo públicamente.
Disfrutar del sufrimiento que se provoca, es la exteriorización de un
desenfrenado sadismo que a su vez pretende que se transforme en el disfrute de
los otros. Amplios sectores de la sociedad disfrutando del padecimiento del que
disfruta la casta ejecutiva y a la vez padeciendo una situación que
simultáneamente cree que servirá para resolver sus actuales padecimientos.
Sin contradecir ese
postulado marxista de que la economía es lo que determina en última instancia,
el conjunto de los diversos avatares de la vida social, nos gustaría incluir un
nuevo elemento que, -se yuxtaponga, se mezcle o en todo caso actuando por
andariveles distintos- sea capaz de contar con un poder de anclaje similar y de
una importancia de la cual no se pueda obviar: incluiremos lo que podría
denominarse como un modo específico de satisfacción pulsional, una
infraestructura del goce.
Un entramado complejo en
el que los diversos actores ocupan un lugar determinado en las relaciones de
goce. A su vez esas relaciones se encuentran determinadas a partir de
posicionamientos específicos en la gramática del fantasma.
Es importante para entender
de qué se está hablando, pasarse por dos textos de Freud, a saber, La pulsión y
sus destinos y Pegan a un niño. En ambos, el autor plantea una gramática similar.
De acuerdo al tiempo verbal, -anclándose en determinado tiempo- el sujeto se encuentra constituido en una
relación específica con el goce. Mientras que el sádico ejerce el verbo pegar
de modo activo, el masoquista lo padece de modo pasivo.
Cuando la crueldad se
celebra como un gol sobre la hora en la final de un mundial, ya no estamos sólo
en la lógica económica. Ingresamos en una política del goce.
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