El que vive solo,
tiene muchas más libertades. Entre ellas poder hablar solo. Eso seguramente no
es propiedad exclusiva de los solitarios. Hablando solo se descubren cosas que,
de otra forma, no son tan perceptibles. Por ejemplo, darse cuenta que quien
habla, no es precisamente el que supone serlo. El que habla solo no puede darse
el lujo de no aprender a escucharse.
De repente se me
ocurrió una idea que no pude evitar decirla en voz alta. Al instante percibí
que el que hablaba era mi padre. Y no precisamente por el contenido de la idea
que tal vez él ni siquiera la hubiera compartido. El tono de voz, su modulación
y la expresión gestual, eran quienes me indicaban quien hablaba.
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