La pandemia afecta la estructura biológica de una especie aunque no estemos acostumbrados a vernos como tal. Es por esto que la política entendida como defensa de determinados intereses particulares -aunque esbozada como beneficio general- colisiona para luego comenzar a girar en el vacío.
Nota Socompa
Cuando llegaban de China las primeras imágenes televisivas del necesario aislamiento para impedir la propagación del Covid- 19 podía verse en ellas un desierto urbano propio de los filmes distópicos que hoy abundan tanto en el cine como en las series de TV. Enormes puentes colgantes que unen zonas urbanas de alta densidad poblacional sin que pueda verse ningún automóvil, zonas céntricas despobladas, anuncios de una parálisis de actividad social y económica en un país que representa la cuarta parte del total de habitantes del planeta.
Dame la derecha
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No hay que lucubrar demasiado para darse cuenta de que ese aislamiento hubiera sido improbable sin la participación activa de un Estado presentificado hasta sus mismos extremos. Si bien rige en China una economía de mercado, sus formas políticas e institucionales se parecen más a lo que imperaba hace algunas décadas atrás. Hoy en el gigante asiático la pandemia comenzó su retroceso, y no resulta ocioso señalar que en un país como los EEUU la suma de infectados está superando las cifras chinas. En la medida que un virus afecta a la anatomía humana ya no se trata de la posible salvación de una parte en detrimento de la otra. Al menos da la sensación de que no existe aún para un acontecimiento de esta índole una estrategia que le permita a un sector específico poder zafar de los peligros concomitantes. No existe como en la ficción ese otro planeta en el cual los poderosos puedan exiliarse. En una sociedad global estructurada por clases sociales, algunas con grandes privilegios y otras con marcadas debilidades -si miramos los dos costados de un extenso abanico- podemos precisar que la irrupción de una pandemia afecta al conjunto de la especie humana sin hacer ninguna distinción de clase, aunque algunas puedan sobrellevar el aislamiento de modo mucho más holgado.
No quiere decir que hayan cesado los enfrentamientos entre clases sociales, pero tampoco es posible que alguna de ellas pueda hacer alianza con el virus en beneficio propio o en detrimento de las otras. Se trata pues de lo que Charles Darwin denominó la Selección natural. Ese flujo único y en permanencia del conjunto de la materia tanto orgánica como inorgánica en el que ninguna especie en particular siendo parte de ello pueda aislarse. Si se pensara metafóricamente en términos de “derechos naturales”, los virus tienen los mismos que cualquier otra especie biológica y se abren camino de igual manera que los humanos en cuanto a producir nuestros alimentos y demás objetos para la subsistencia. Esos mismos “derechos” son los que permiten también que podamos enfrentarlos.
De nuevo, la pandemia afecta la estructura biológica de una especie aunque no estemos acostumbrados a vernos como tal. Es por esto que la política entendida como defensa de determinados intereses particulares -aunque esbozada como beneficio general- colisiona para luego comenzar a girar en el vacío.
El 4 de marzo dijo el ex presidente Mauricio Macri en Guatemala que “el populismo es más peligroso que el coronavirus”. A su vuelta al país se comunicó con el presidente Alberto Fernández y le habría sugerido que siguiese el modelo inglés sin tomar medidas drásticas que paralicen la economía.
El domingo 16 de marzo Mario Vargas Llosa escribió una muy interesante nota de opinión en el diario peruano La Republica bajo el título “¿Regreso al Medioevo?”. Interesante ya que deja sentadas ahí -de forma bastante elocuente- las bases principales de la posición dominante de las derechas neoliberales.
“El coronavirus comienza a hacer estragos en España. O, mejor dicho, el espanto que causa ese virus proveniente de China”, comienza diciendo el escritor peruano residente en la península ibérica. Se refiere luego a las diferentes actitudes que por ese entonces comenzaban a llevar adelante los españoles expresando que “Todo esto, en términos prácticos, es muy exagerado, pero no hay nada que hacer: España tiene miedo y los gobiernos, el nacional y las autonomías, salen al frente de la pavorosa enfermedad con medidas cada vez más estrictas que, de una manera general, los españoles aprueban e, incluso, exigen que sean más extensas e intensas”.
Resalta Vargas que España tiene uno de los mejores sistemas de salud del mundo y que al 11 de marzo había solamente 47 muertes por el virus, pero “Jamás las estadísticas han sido capaces de tranquilizar a una sociedad roída por el pánico y ésta es una buena ocasión de comprobarlo. En medio de la civilización ha reaparecido la Edad Media, lo que significa que muchas cosas han cambiado desde entonces, pero muchas otras no. Por ejemplo: el miedo a la peste”.
Los datos que llegan hoy desde España refutan elocuentemente las sugerencias y previsiones del autor de La ciudad y los perros. Pero fue más allá e intentó encontrar las causas del surgimiento del Covid-19 “Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es”.
Vargas Llosa preside el foro político en el que Macri afirmó lo del populismo. Es más, aparecen juntos en la foto. Podría leerse que ellos creen que el aislamiento social es simplemente una medida demagógica del populismo para complacer a los ciudadanos asustados.
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