Una mirada sobre las películas y series
que ponen en el futuro la tendencia a la descomposición de lo social que hoy se
desarrolla en el capitalismo tardío. Un disparador para pensar y actuar a
contrapelo.
Hoy tanto en el cine como en las series
televisivas existe un género bastante difundido. Aunque algunos
especialistas lo encuadren como parte de la ciencia ficción hay que precisar
que se trata de una temática particular bastante precisa que, aunque no se aparte
de la sci fi, cuenta con particularidades comunes y específicas. Se
trata de todas esas producciones con escenarios distópicos y posapocalípticos.
Si bien puede considerarse como parte de la ficción y la fantasía, algo de todo
eso ya existe en la actualidad de la sociedad o en un futuro próximo es
realmente factible que suceda. Es lo que se desprende luego de una mirada
atenta del género.
De todas maneras es válido precisar que “distopía” y
“posapocalípsis” no quieren decir lo mismo aunque vayan integrados en las
recientes producciones cinematográficas. La palabra distopía fue añadida
recientemente en el Diccionario de la RAE (Real Academia Española) gracias al
aporte de José María Merino académico español y ganador del Premio Nacional de
Narrativa 2013 de España, quien había definido a dicho término como “representación
imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las
causantes de alienación moral”.
De todas formas la distopía es uno de esos
ingredientes importantes del género ciencia ficción en la literatura
principalmente de lengua inglesa desde mediados del siglo que pasó. Basta sólo
nombrar una obra como Fahrenheit 451 de Ray Bradbury,
publicada en 1953. Un autor paradigmático de ese género fue James G. Ballard,
quien en sus cuentos y novelas nos mostraba una sociedad futura decadente y corrompida
con escenarios de una modernidad devastada en la que las relaciones entre
humanos pasaban a ser de manipulación y dominio. En El hombre del piso
99 (1962) JG Ballard cuenta como Forbis llega todos los días hasta el
último piso del rascacielos y se ve imposibilitado de acceder a la terraza
debido a alguna inhibición que en verdad es una contra orden pos
hipnótica realizada por un siquiatra para impedir que se realice una primera
orden también hecha por otro médico de la misma especialidad mediante el mismo
procedimiento. Forbis no es más que un tipejo que deambula por las estaciones
de subte y los bares de la ciudad sujeto a la doble manipulación de dos
profesionales que compiten por la titularidad de un servicio de psiquiatría.
En Bilenio (1962) debido al crecimiento desmedido de la
población todos los habitantes se ven compelidos a vivir en lugares cada vez
más reducidos. El personaje Ward habita en un cubículo de cuatro metros
cuadrados y medio empotrado debajo de una escalera. Se aclara en el relato que
dicho lugar se excedía en medio metro cuadrado a lo establecido en las normas
legales para ser habitado por una sola persona, pero los carpinteros
aprovecharon para esa construcción del espacio que dejaba el hueco de una
chimenea que estaba en desuso. La distopía implica una proyección a futuro de
lo social en la que se exacerban rasgos negativos actuales o surgen otros a
partir de cosas ya existentes.
En tal sentido se puede afirmar que la
distopía goza de un tinte materialista del que la utopía carece. Metrópolis(1927)
de Fritz Lang iría ser en el aún cine mudo la primera gran obra del género
mientras que Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y 1984 (1949)
de George Orwell representarían lo más notorio en la literatura.
Lo posapocalíptico o la ruptura de lo social
Aseguraba
Jean Baudrillard que la productibilidad de la catástrofe es la catástrofe
misma. No es necesario en tal sentido accionar todo el armamento nuclear y
táctico emplazado en diferentes sitios del planeta para que la catástrofe sea
posible. El hecho de encontrase ya desplegado en actitud amenazante e
intimidatoria es la catástrofe misma. En 1914 Sigmund Freud en su texto sobre
el Narcisismo decía que las fantasías del Weltuntergang, del fin
del Mundo eran producidas por la retracción de la libido al Yo munida esta
operación a una recolección de relatos bíblicos, literarios, proféticos y
poéticos. Desde hace algunas décadas se podría afirmar que la profecía del fin
del mundo fue más allá de las fantasías para convertirse en realidad. La
producción de energía nuclear, la instalación de armamentos tácticos, los
basureros atómicos, la miseria reificada en el seno de un capitalismo
estructuralmente en crisis que produce una cada vez más amplia marginación y
enajenación de las amplias mayorías, un social cada vez más fragmentario, la
lúdica genética, la polución ambiental, los desastres ecológicos, las economías
sumergidas; ya representan una catástrofe que lentamente va desmoronando al
mundo.
Posapocalipsis,
un mundo humanamente devastado.
En el género posapocalíptico se
desarrollan escenas en territorios devastados por alguna catástrofe mientras
que los sobrevivientes ya no forman parte de una sociedad integrada, se ha roto
cualquier contrato social. Si se conserva como lazo algo de lo ya conocido eso
es la tribu. Si bien las producciones cinematográficas -especialmente en los
EEUU- en muchos de los casos tuvieron como referencia al atentado del 11-S a
las Torres Gemelas se podría decir que el acontecimiento mismo ya estaba
esbozado en Hollywood. La primera gran producción en la que se hace referencia
a la destrucción de lo social es la saga Mad Max que se
iniciara en 1979. En ella asistimos a la desintegración de la sociedad a partir
de las crisis energéticas.
La cartografía del desierto
Un lugar común en las escenificaciones
posapocalípticas es la existencia de lugares que no son de nadie. Ya no es ni
el espacio público ni el privado sino el sitio de nadie o en todo caso
considerado de nadie y que por ende se convierte en lugar de posible apropiación.
En The Bad Batch (2016) dirigida por la prometedora cineasta
estadounidense de origen iraní Ana Lily Amirpour, puede verse a la joven
Arlen adentrarse en el desierto hasta ser emboscada y trasladada hasta un sitio
en el que le amputarían una de sus bellas piernas para convertirla en alimento.
En el desierto se pierde la dirección. A pesar del andar no se va a ninguna
parte aunque se convierta en el lugar del atraco. Lo otro del desierto son las
ruinas de las grandes ciudades y determinados lugares convertidos en ciudadelas
a pesar de su precariedad. En el film de Amirpour el pequeño poblado dentro del
desierto tiene como murallas grandes filas de contenedores. Por dentro un
profeta distribuye droga entre sus feligreses para que la consuman antes de
iniciarse una ceremonia y luego les habla de la felicidad subido en un
improvisado escenario. El desierto es el lugar en donde diferentes hordas
humanas se enfrentan entre sí para saquear a sus adversarios ya sea para
robar combustible o cualquier otro elemento para la subsistencia.
Lazos
sociales destruidos, exterminio, tribalización.
Un elemento curioso en las diferentes producciones
tanto del cine como la TV es la existencia de otras especies que aunque tengan
forma humana no son considerados como tal. Los zombis, los elfos y una variedad
de humanoides vendrían a ser la metáfora precisa del incremento exponencial del
racismo en las actuales sociedades.
Muchos tal vez identificados con el pensamiento de
Marx podrían llegar a decir que los planteamientos distópicos son parte de
fantasías contrarrevolucionarias. Existe una cierta tradición inspirada en un
optimismo desmedido que supuso el derrumbe espontáneo del capitalismo y la llegada
inexorable del socialismo. “Toda la trayectoria de desarrollo del modo de
producción capitalista de producción y de la lucha de clases en la sociedad
burguesa conduce inevitablemente al cambio revolucionario del capitalismo por
el socialismo” reza el Manual de Economía de la URSS. Aunque repetida a rabiar
la frase de Rosa Luxemburgo tal vez no fue demasiado entendida. En el célebre
informe Junius de 1916 ella señalaba que si no se producía la llegada del
socialismo vendría la barbarie. El destino no es inexorable sino contingente.
Ante la ruptura de lo social en los escenarios
distópicos es factible encontrar alternativas micropolíticas. Pequeños grupos
que habiendo encontrado un lugar cerca de algún río emprenden una granja
colectiva. Ya no existe en esas coordenadas ningún sujeto social que pueda
aspirar a la totalidad.
La tendencia a la descomposición de lo
social es seguramente la tendencia natural y espontánea que hoy se desarrolla
en el capitalismo tardío. Para impedirlo hay que pensar y actuar a contrapelo.
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