2016/09/27

La proyección geopolítica del continente. ¿Hacia dónde?

(para La Tecl@ Eñe)


Mientras el gobierno de Cambiemos celebra las buenas relaciones con los Estados Unidos como si eso representara un avance civilizatorio y de posibilidades de desarrollo económico, los principales ideólogos norteamericanos como Zwigniew Brzezinski avizoran que la superpotencia está en un momento de declive y que sólo necesitan al patio trasero para dirimir sus principales tensiones actuales.

Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno argentino el pasado diciembre, y el viraje que se comenzó a producir en la región suramericana en cuanto a los alineamientos globales, habría que señalar que la nueva configuración emergente aún no es demasiado clara y que tampoco le resultará demasiado fácil acomodarse a un tablero regional en el que no existen liderazgos definidos e inamovibles. La existencia por más de una década de expresiones mayoritariamente enroladas en una agenda con pretensión de autonomía resulta un indicador muy claro de ello. Porque contrariamente a lo que se tiende a pensar, los diferentes gobiernos progresistas no expresan (o expresaron) más que la punta de un iceberg que no alcanzó demasiado desarrollo. Obviamente hay diferencias -a veces pronunciadas- entre las diferentes expresiones y sería muy saludable que países como Bolivia o Ecuador pudieran profundizar lo ya realizado a pesar de enfrentar un contexto regional hoy bastante desfavorable.

En primer lugar hay que señalar que lo acontecido en la región a partir del amanecer del nuevo siglo no es ni el declive ni la culminación del capitalismo. Aunque parezca una perogrullada decirlo, conviene aclararlo. Los gobiernos progresistas venían a desarrollar –tal como alguna vez escuchó quien escribe - la revolución inconclusa de 200 años antes. No se trata de realizar juicios de valor acerca de si está bien o no alterar el régimen de propiedad de los medios de producción sino solamente señalar que lo llevado adelante en primer lugar representó (o representa) más que una socialización de la economía un intento por romper con la estructura dependiente para lanzar un capitalismo autónomo. Que ello produzca mejores condiciones sociales para los sectores populares y principalmente para los trabajadores es harina de otro costal.

La estructura del capitalismo a nivel global tiene un patrón de desarrollo que es desigual, combinado y a saltos por lo que existen extensas zonas del planeta empobrecidas aunque sean ellas las principales productoras de riquezas naturales, contrastadas con regiones altamente industrializadas. Esto significa que un país no se desarrolla porque quiere sino por encontrarse inscripto en una muy rigurosa e injusta división internacional del trabajo.

La posibilidad de saltar de una matriz productiva a otra sólo es posible a partir de los momentos críticos del mundo desarrollado. Los períodos comprendidos durante las dos grandes guerras mundiales, por ejemplo. Pero también fueron las revoluciones socialistas las que alteraron ese patrón de expansión desigual por lo que naciones de escaso desarrollo industrial, como lo eran tanto Rusia como China, pudieron romper en sus límites con un patrón universal. Vale también señalar que estos países abandonaron después de un tiempo la construcción socialista para desarrollar un capitalismo que, bien vale decirlo, sin las revoluciones acontecidas hubiera sido imposible poner en pie economías como las que hoy se exhiben en el concierto mundial.

Esta característica les permitió a esas dos grandes potencias de Eurasia convertirse en nuevos actores globales de relevancia, y mucho más a partir de su accionar al interior del emergente clúster geoeconómico denominado con el acrónimo BRICS.  Consideremos que esta nueva realidad internacional no es para nada ajena al intento de los progresismos latinoamericanos, es verdaderamente constitutiva del mismo. No tenerlo en cuenta podría producir equívocos en el diseño de lo que viene y sobre todo en relación a la incidencia de los EEUU en la región.

Suponer que el denominado “Regreso al Mundo” del que habla el gobierno argentino es idéntico a lo que en los ’90 se llamaron las “relaciones carnales”, nos llevaría a cierto equívoco. Porque el mundo ya no es el mismo e incluso el predominio global de los EEUU hoy no implica algo que pueda garantizarse en el tiempo; pero fundamentalmente porque el alineamiento a la potencia del Norte hoy conlleva mucho mayor peligro que antes. Vayamos por parte.

En los ’90, tras el derrumbe de la Unión Soviética, Zbigniew Brzezinski  afirmaba en su libro “El gran tablero mundial: la primacía americana y sus imperativos geoestratégicos” (1997) que los EEUU coronaban su dominancia planetaria en tanto quien controlara a Eurasia tenía asegurado el poder global. En ese caso un dominio externo a ese prominente y gigantesco continente. Los últimos años parecen indicar que eso no era así  y el estratega geopolítico parece haberlo advertido. Los pergaminos con los que cuenta Brzezinski en el ámbito de la Seguridad de los EEUU son indudables. Este politólogo nacido en Polonia en 1928, desde 1966 formó parte del Departamento de Estado y además de ser la principal consulta del presidente Barack Obama en tema de geostrategia,  fue siempre uno de los más encarnizados diseñadores de la expansión imperial a lo largo y ancho del planeta.

Según expresara el analista y periodista Mike Whitney especializado en temas geopolíticos, Brzezinski “principal arquitecto del plan de Washington para dominar el mundo ha abandonado el esquema y ha pedido la creación de vínculos con Rusia y China”. Esto lo afirma el analista a partir de un artículo publicado en abril de este año por el geoestratega polaco en el periódico The American Interest  y que lleva el nombre de Toward a Global Realignment (Rumbo al realineamiento global).

Según Brzezinski, la irrupción económica de Rusia y China en Eurasia sumada la expansión del terrorismo en los países musulmanes, desbarató la pretendida hegemonía estadounidense en toda esa región. “A medida que termina su era de dominación global, los Estados Unidos tienen que tomar la iniciativa para reajustar la arquitectura del poder global” dice en el artículo, agregando que “Cinco hechos básicos relativos a la redistribución del poder político emergente global y al despertar político violento en el Oriente Medio están mostrando el inicio de un nuevo reajuste global. El primero de estos hechos es que los Estados Unidos continúan siendo la potencia mundial política, económica y militarmente más poderosa. No obstante, teniendo en cuenta las mudanzas geopolíticas complejas en los equilibrios regionales, el país ya no es más el poder imperial global”.

La cautela que expresa hoy Brzezinski, según Whitney -y que seguramente no será acompañada por un virtual gobierno de Hillary Clinton- responde en primer lugar a que ante la posibilidad concreta del surgimiento de un sistema bancario alternativo como podría ser un Banco de los BRICS, ello haría que EEUU corra el riesgo cierto de que se pierda un sistema financiero basado exclusivamente en el dólar.

Hoy la política internacional de los EEUU se mueve en el seno de cierto eclipsamiento de su poderío, lo que no la hace más accesible. Al contrario la vuelve mucho más peligrosa.

La búsqueda de realineamientos en la región que intenta hoy el imperio norteamericano es más bien un apuntalamiento geoestratégico militar y financiero que impida estrechar lazos con los nuevos actores globales. También la promoción de economías sumergidas. El golpe institucional producido en Brasil responde, sin lugar a dudas, a esa línea de acción. Debilitar al Mercosur impidiendo que Venezuela asuma la presidencia pro témpore es otra muestra de ello, pero principalmente imponiendo unilateralmente en nuestros países su agenda contra el terrorismo y el narcotráfico que no hace más que entregar el control de las fuerzas de seguridad a su completa tutela. Para decirlo de forma simple, a los EEUU no les importa venir a invertir en producción sino venir a insertar a la DEA dentro de las policías y controlar la agenda de Seguridad.

Berisso, 21 de septiembre de 2016


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