El
periodista Osvaldo Drozd aborda en esta primera entrega, las semejanzas y
diferencias del fin de los períodos históricos 1955 y 2015, ambos liderados por
gobiernos peronistas, focalizando el análisis en el derrocamiento del General
Perón en 1955. Los hechos deben ser entendidos como una sucesión de acciones
internas y externas que confluyeron en el golpe, cuyo objetivo fue detener un
proceso virtuoso de redistribución de la riqueza y de reposicionamiento
económico de la Argentina a nivel regional y mundial.
Por Osvaldo Drozd*
(para La Tecl@ Eñe)
1955 y
2015 comparten similitudes y diferencias. Con una distancia de 60 años ambos
poseen en común ser el tiempo de finalización de períodos históricos de
concepción similar.
En
1955 la Argentina tenía 18.832.000 habitantes. En 2015 43.416.000. En seis
décadas la población creció poco más del doble.
En
líneas generales, la sociedad argentina está estructurada como una formación
social de tipo capitalista en la que desde los albores de la Nación, predominan
los lazos de dependencia económica.
No
pocas veces se hicieron comparaciones entre nuestro país y los Estados Unidos,
por ser extremos continentales o por haber sido receptores de inmigración
europea. Italianos, alemanes, polacos, ucranianos, entre otros, elegían si su
destino era el extremo norte o el sur del continente. Tanto es así que en otros
países de la región no se encuentran afincadas ciertas nacionalidades europeas.
La película Tetro (2009), dirigida por el
cineasta estadounidense Francis Ford Coppola y que fuera realizada en Buenos
Aires, muestra algo de todo eso. El joven norteamericano "Bennie"
Tetrocini emprende un viaje a la capital argentina para reencontrase con su hermano
Angelo que prefirió venirse al sur, aunque toda la familia de procedencia
italiana quedara afincada en el país del norte. Pero estas similitudes, si bien
le dieron al país características propias, sobre todo en lo cultural, las
mismas se desarrollaron en formaciones económicas bastante diferenciadas.
Mientras que en los EEUU la estructura agraria fuera realizada por pequeños
colonos, en la Argentina al igual que en el resto de Latinoamérica, lo
preponderante fue la existencia de grandes latifundios y poderosos terratenientes.
La
inmigración europea sumada a la migración provinciana generó una incipiente
clase obrera, aunque la principal matriz productiva siempre estuvo relacionada
con la exportación de commodities. De igual modo que en el resto de la América
Indolatina. Terratenientes estancieros y burgueses intermediarios (exportadores
e importadores) se convirtieron en los dueños del país. Vale aclarar que ése
era el lugar asignado a la Argentina en el mercado mundial, en la división
internacional del trabajo.
Intentar
revertir esa matriz productiva siempre estuvo en consonancia con el
aprovechamiento de coyunturas críticas del capitalismo mundial. Ciclos que
cuando avecinan su fin, parecieran haber desgastado cualquier proceso
emancipatorio. Después uno puede inferir qué es lo que no se hizo y qué es lo
que se debiera hacer, aunque el planeamiento de la segunda opción ya no cuadre
con la realidad y quede supeditado a lo que sí se podría hacer ante el
advenimiento de una coyuntura nuevamente favorable, y eso no pase asiduamente.
De todas formas, la crisis del Mundo Uno sigue intacta e intenta por todos los
medios evitar el despliegue de las potencias emergentes mediante la sustancial
baja al precio de los commodities.
Acostumbrados
a suponer que las contiendas políticas se llevan adelante en los
acontecimientos electorales, eso no nos permite ver que los triunfos y las
derrotas políticas se sitúan en otros planos tal vez menos perceptibles, y que
no se producen en un solo momento sino que son el resultado de un determinado
proceso. La derrota electoral del Frente para la Victoria en 2015 era
relativamente previsible. Si en las presidenciales de octubre no alcanzaba la
cifra necesaria para evitar el balotaje, el triunfo de la alianza Cambiemos era
casi un hecho. Ya estaba abonada la tierra para sembrar hierbas como el
macrismo y otras variedades de signo similar, incluida la reconversión del
peronismo.
1955 al
igual que 2015 tienen mucho más en común de lo que se pueda suponer a simple
vista. Ambos marcan el final de largos períodos en los que se intentó, por un
lado, redistribuir de forma más equitativa las riquezas, y por otro, alcanzar
cierta autonomía que permita un desarrollo económico propio. Eso es lo más
perceptible.
Lo
menos perceptible puede ser aquello que por estar ubicado demasiado en la
superficie pierde visibilidad. En su célebre cuento La Carta Robada, Edgar Allan Poe mostraba ese mecanismo a la perfección. Es la
selección de lo real lo que coloca a determinados elementos en un lugar de
privilegio, y a otros en un lugar subordinado. Esto no es sólo producto de la
agenda de los medios. Son las reglas de juego predeterminadas de la democracia
realmente existente, el denominado “realismo político”, quienes privilegian
unos elementos a otros, construyendo así el montaje de lo visible.
Como
señalara Claude Lévi- Strauss en El Pensamiento Salvaje, la historia está condenada a
elegir regiones, épocas, grupos humanos determinados; porque la historia aspira
a la significación. La historia de tal forma es un cohesionador de un
determinado conjunto de individuos. Y si bien el hecho histórico es “lo que ha
pasado en realidad” lo que habría que preguntarse es por “dónde ha pasado”. El
hecho de haber ocurrido es tan exacto como el recorte ya que una historia completa,
confronta al historiador con el caos. En tal sentido la captura de una
circunstancia histórica determinada puede funcionar como el mito que justifica
la acción presente de determinados individuos. Vale señalar que en ningún
momento Lévi- Strauss plantea que el recorte sea falaz (o que deba serlo), no
se trata de ello, sino de la selección de los elementos que se presentifican en
una determinada realidad.
De
acuerdo a esta función mítica de determinados sucesos históricos, Lévi- Strauss
se anima a decir que: “La revolución francesa tal como hoy la conocemos, no
existió jamás”. Esto no debiera perturbar a los que se aferran a un tiempo
histórico que les proporciona una congruencia entre los imperativos prácticos y
los esquemas de interpretación. Por lo contrario, la exploración de nuevos
elementos contingentes debiera permitir trazar nuevas líneas de acción que a la
vez se deshagan de ilusiones que funcionaron más como obstáculos que como
elementos impulsores.
Se
supone que la caída del general Perón en el ‘55 fue un derrocamiento militar y
que la derrota política del kirchnerismo fue en las elecciones. Si bien existen
acontecimientos históricos reales que prueban esos enunciados, existen otros
hechos también reales que pueden llegar a relativizar ambas afirmaciones. De
hecho esto implicaría, para los diferentes actores sociales, una mirada algo
diferente sobre el pasado y la previsión para la acción futura de cuestiones
que no fueron tenidas en cuenta. Lo que se dirá a continuación no es la visión
de ningún iluminado. Es simplemente el rastreo parcial e inconcluso de
determinados hechos acontecidos que parecieran no tener demasiada importancia,
pero que cuentan con cierta densidad que, aunque semejaran ser parte de algún
anecdotario, son tenidos muchas veces en cuenta por sectores críticos pero no
abordados de la forma en que debieran.
El ‘55
Durante
la madrugada del viernes 16 de septiembre se inició en diferentes lugares del
país la asonada golpista llevada adelante por parte de las fuerzas armadas
–principalmente la Armada- y los comandos civiles. En Córdoba, Curuzú Cuatiá,
Puerto Belgrano y Río Santiago se insurreccionaron las tropas rebeldes pidiendo
la salida de Perón del gobierno.
Ya en
1951 hubo un intento golpista. Tras esos acontecimientos, Eva Perón convocó a
sus principales colaboradores sindicales y al jefe del Ejército para
informarles de la compra a Bélgica de 5 mil pistolas automáticas y 1500
ametralladoras destinadas a formar milicias obreras para defender al gobierno.
Aunque esas armas llegaron al país, tras la muerte de Eva, Perón se deshizo de
ellas.
Un dato
anecdótico es que el general Julio Rodolfo Alsogaray, además de ser uno de los
que propiciaron el golpe del 51, también fue uno de los que depuso a Arturo
Illia en 1966.
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Ilustración: Bombardeo - Cape |
En
junio del ´55 se produjo el criminal bombardeo a Plaza de Mayo. Allí cayeron
casi 400 personas. Fue otro intento golpista.
El
gobierno de Perón venía en crisis y el 30 de agosto del ´55 el general presentó
la renuncia. El 1° de septiembre la CGT llenó la plaza y le pidió que siga al
frente.
La
asonada golpista iniciada el 16 de septiembre se extendería durante el fin de
semana. El lunes 19, en todos los diarios de la época aparece un comunicado del
Comando de represión, pidiéndole tranquilidad a la población, afirmando que el
golpe militar había sido derrotado, y que las tropas leales controlaban
plenamente la situación. Ese mismo día, en horas cercanas al mediodía, el
general Perón renunciaría a su cargo. Entre otras cosas dijo que él ya no era
la persona indicada para proseguir y que por esa razón le dejaba el mando al
Ejército. Para el caso, no se trataba de personas providenciales sino de la
continuidad o la interrupción de un proyecto que le había cambiado la vida a la
inmensa masa de los trabajadores. La posterior resistencia peronista iba a
mostrar que más allá de la orfandad, las bases del movimiento estaban
dispuestas a continuar. Pocos meses después ocurrió la matanza de José León
Suarez que fuera relatada brillantemente por Rodolfo Walsh en Operación
Masacre.
Con la
caída de Perón el país entraría en un proceso de concentración y centralización
monopolista que profundizaría los lazos de la dependencia y la entrega.
No
pocas veces, quien escribe le escucho decir a viejos militantes peronistas de
aquel tiempo, que “Perón se fue porque no tenía a nadie allá arriba, y no
confió en nosotros los de abajo”.
Obviamente,
el peronismo no cayó de un solo golpe, fue una arremetida desarrollada desde
años anteriores y que contó con apoyo extranjero como consignan los medios de
aquel tiempo en lo referido al soporte logístico utilizado por los golpistas.
Es de suponer que Perón sabía al respecto lo mismo que supo Eva antes de morir,
pero tuvieron posiciones diferentes.
Un tema
como el abordado no puede agotarse en una nota, y debiera estar abierto a
correcciones y ajustes. Lo que no es concebible es que vencedores y vencidos
acepten una misma versión de lo acontecido. Mientras que los “gorilas” se
ufanaban de haber derrotado a Perón, la pregunta que cabría hacerse es si los
sectores populares están condenados a la omnipotencia de las clases dominantes
argentinas. Los destinos de nuestro pueblo parecieran así predestinados a
cierta tragedia, que vendría siempre tras el paso de años de felicidad. La
lucha de los pueblos según Marx, es un derrotero, una prosecución de derrotas
que le van permitiendo acumular saber y experiencias para las nuevas luchas.
Aprender de las derrotas es lo que hace que las luchas no sean en vano.
Buscar
en la historia esos recortes de los hechos no tenidos demasiado en cuenta,
puede abrir y ampliar la perspectiva de lo venidero. También entender mucho de
lo acontecido recientemente.
Por
razones principalmente de espacio y para hacer más cómoda la lectura se
desarrollará lo concerniente a la culminación del período kirchnerista tras 12
años de gobierno, en una próxima entrega.
Berisso,
14 de agosto de 2016
*Periodista