2016/08/28

El declive de los gobiernos peronistas

El periodista Osvaldo Drozd aborda en esta primera entrega, las semejanzas y diferencias del fin de los períodos históricos 1955 y 2015, ambos liderados por gobiernos peronistas, focalizando el análisis en el derrocamiento del General Perón en 1955. Los hechos deben ser entendidos como una sucesión de acciones internas y externas que confluyeron en el golpe, cuyo objetivo fue detener un proceso virtuoso de redistribución de la riqueza y de reposicionamiento económico de la Argentina a nivel regional y mundial.

Por Osvaldo Drozd*

1955 y 2015 comparten similitudes y diferencias. Con una distancia de 60 años ambos poseen en común ser el tiempo de finalización de períodos históricos de concepción similar.

 En 1955 la Argentina tenía 18.832.000 habitantes. En 2015 43.416.000. En seis décadas la población creció poco más del doble.

En líneas generales, la sociedad argentina está estructurada como una formación social de tipo capitalista en la que desde los albores de la Nación, predominan los lazos de dependencia económica.

No pocas veces se hicieron comparaciones entre nuestro país y los Estados Unidos, por ser extremos continentales o por haber sido receptores de inmigración europea. Italianos, alemanes, polacos, ucranianos, entre otros, elegían si su destino era el extremo norte o el sur del continente. Tanto es así que en otros países de la región no se encuentran afincadas ciertas nacionalidades europeas. La película Tetro (2009), dirigida por el cineasta estadounidense Francis Ford Coppola y que fuera realizada en Buenos Aires, muestra algo de todo eso. El joven norteamericano "Bennie" Tetrocini emprende un viaje a la capital argentina para reencontrase con su hermano Angelo que prefirió venirse al sur, aunque toda la familia de procedencia italiana quedara afincada en el país del norte. Pero estas similitudes, si bien le dieron al país características propias, sobre todo en lo cultural, las mismas se desarrollaron en formaciones económicas bastante diferenciadas. Mientras que en los EEUU la estructura agraria fuera realizada por pequeños colonos, en la Argentina al igual que en el resto de Latinoamérica, lo preponderante fue la existencia de grandes latifundios y poderosos terratenientes.

La inmigración europea sumada a la migración provinciana generó una incipiente clase obrera, aunque la principal matriz productiva siempre estuvo relacionada con la exportación de commodities. De igual modo que en el resto de la América Indolatina. Terratenientes estancieros y burgueses intermediarios (exportadores e importadores) se convirtieron en los dueños del país. Vale aclarar que ése era el lugar asignado a la Argentina en el mercado mundial, en la división internacional del trabajo.

Intentar revertir esa matriz productiva siempre estuvo en consonancia con el aprovechamiento de coyunturas críticas del capitalismo mundial. Ciclos que cuando avecinan su fin, parecieran haber desgastado cualquier proceso emancipatorio. Después uno puede inferir qué es lo que no se hizo y qué es lo que se debiera hacer, aunque el planeamiento de la segunda opción ya no cuadre con la realidad y quede supeditado a lo que sí se podría hacer ante el advenimiento de una coyuntura nuevamente favorable, y eso no pase asiduamente. De todas formas, la crisis del Mundo Uno sigue intacta e intenta por todos los medios evitar el despliegue de las potencias emergentes mediante la sustancial baja al precio de los commodities.

Acostumbrados a suponer que las contiendas políticas se llevan adelante en los acontecimientos electorales, eso no nos permite ver que los triunfos y las derrotas políticas se sitúan en otros planos tal vez menos perceptibles, y que no se producen en un solo momento sino que son el resultado de un determinado proceso. La derrota electoral del Frente para la Victoria en 2015 era relativamente previsible. Si en las presidenciales de octubre no alcanzaba la cifra necesaria para evitar el balotaje, el triunfo de la alianza Cambiemos era casi un hecho. Ya estaba abonada la tierra para sembrar hierbas como el macrismo y otras variedades de signo similar, incluida la reconversión del peronismo.
1955 al igual que 2015 tienen mucho más en común de lo que se pueda suponer a simple vista. Ambos marcan el final de largos períodos en los que se intentó, por un lado, redistribuir de forma más equitativa las riquezas, y por otro, alcanzar cierta autonomía que permita un desarrollo económico propio. Eso es lo más perceptible.

Lo menos perceptible puede ser aquello que por estar ubicado demasiado en la superficie pierde visibilidad. En su célebre cuento La Carta Robada, Edgar Allan Poe mostraba ese mecanismo a la perfección. Es la selección de lo real lo que coloca a determinados elementos en un lugar de privilegio, y a otros en un lugar subordinado. Esto no es sólo producto de la agenda de los medios. Son las reglas de juego predeterminadas de la democracia realmente existente, el denominado “realismo político”, quienes privilegian unos elementos a otros, construyendo así el montaje de lo visible.

Como señalara Claude Lévi- Strauss en El Pensamiento Salvaje, la historia está condenada a elegir regiones, épocas, grupos humanos determinados; porque la historia aspira a la significación. La historia de tal forma es un cohesionador de un determinado conjunto de individuos. Y si bien el hecho histórico es “lo que ha pasado en realidad” lo que habría que preguntarse es por “dónde ha pasado”. El hecho de haber ocurrido es tan exacto como el recorte ya que una historia completa, confronta al historiador con el caos. En tal sentido la captura de una circunstancia histórica determinada puede funcionar como el mito que justifica la acción presente de determinados individuos. Vale señalar que en ningún momento Lévi- Strauss plantea que el recorte sea falaz (o que deba serlo), no se trata de ello, sino de la selección de los elementos que se presentifican en una determinada realidad.

De acuerdo a esta función mítica de determinados sucesos históricos, Lévi- Strauss se anima a decir que: “La revolución francesa tal como hoy la conocemos, no existió jamás”. Esto no debiera perturbar a los que se aferran a un tiempo histórico que les proporciona una congruencia entre los imperativos prácticos y los esquemas de interpretación. Por lo contrario, la exploración de nuevos elementos contingentes debiera permitir trazar nuevas líneas de acción que a la vez se deshagan de ilusiones que funcionaron más como obstáculos que como elementos impulsores.

Se supone que la caída del general Perón en el ‘55 fue un derrocamiento militar y que la derrota política del kirchnerismo fue en las elecciones. Si bien existen acontecimientos históricos reales que prueban esos enunciados, existen otros hechos también reales que pueden llegar a relativizar ambas afirmaciones. De hecho esto implicaría, para los diferentes actores sociales, una mirada algo diferente sobre el pasado y la previsión para la acción futura de cuestiones que no fueron tenidas en cuenta. Lo que se dirá a continuación no es la visión de ningún iluminado. Es simplemente el rastreo parcial e inconcluso de determinados hechos acontecidos que parecieran no tener demasiada importancia, pero que cuentan con cierta densidad que, aunque semejaran ser parte de algún anecdotario, son tenidos muchas veces en cuenta por sectores críticos pero no abordados de la forma en que debieran.

El ‘55

Durante la madrugada del viernes 16 de septiembre se inició en diferentes lugares del país la asonada golpista llevada adelante por parte de las fuerzas armadas –principalmente la Armada- y los comandos civiles. En Córdoba, Curuzú Cuatiá, Puerto Belgrano y Río Santiago se insurreccionaron las tropas rebeldes pidiendo la salida de Perón del gobierno.

Ya en 1951 hubo un intento golpista. Tras esos acontecimientos, Eva Perón convocó a sus principales colaboradores sindicales y al jefe del Ejército para informarles de la compra a Bélgica de 5 mil pistolas automáticas y 1500 ametralladoras destinadas a formar milicias obreras para defender al gobierno. Aunque esas armas llegaron al país, tras la muerte de Eva, Perón se deshizo de ellas.

Un dato anecdótico es que el general Julio Rodolfo Alsogaray, además de ser uno de los que propiciaron el golpe del 51, también fue uno de los que depuso a Arturo Illia en 1966.

Ilustración: Bombardeo - Cape
En junio del ´55 se produjo el criminal bombardeo a Plaza de Mayo. Allí cayeron casi 400 personas. Fue otro intento golpista.

El gobierno de Perón venía en crisis y el 30 de agosto del ´55 el general presentó la renuncia. El 1° de septiembre la CGT llenó la plaza y le pidió que siga al frente.

La asonada golpista iniciada el 16 de septiembre se extendería durante el fin de semana. El lunes 19, en todos los diarios de la época aparece un comunicado del Comando de represión, pidiéndole tranquilidad a la población, afirmando que el golpe militar había sido derrotado, y que las tropas leales controlaban plenamente la situación. Ese mismo día, en horas cercanas al mediodía, el general Perón renunciaría a su cargo. Entre otras cosas dijo que él ya no era la persona indicada para proseguir y que por esa razón le dejaba el mando al Ejército. Para el caso, no se trataba de personas providenciales sino de la continuidad o la interrupción de un proyecto que le había cambiado la vida a la inmensa masa de los trabajadores. La posterior resistencia peronista iba a mostrar que más allá de la orfandad, las bases del movimiento estaban dispuestas a continuar. Pocos meses después ocurrió la matanza de José León Suarez que fuera relatada brillantemente por Rodolfo Walsh en Operación Masacre.

Con la caída de Perón el país entraría en un proceso de concentración y centralización monopolista que profundizaría los lazos de la dependencia y la entrega. 

No pocas veces, quien escribe le escucho decir a viejos militantes peronistas de aquel tiempo, que “Perón se fue porque no tenía a nadie allá arriba, y no confió en nosotros los de abajo”.

Obviamente, el peronismo no cayó de un solo golpe, fue una arremetida desarrollada desde años anteriores y que contó con apoyo extranjero como consignan los medios de aquel tiempo en lo referido al soporte logístico utilizado por los golpistas. Es de suponer que Perón sabía al respecto lo mismo que supo Eva antes de morir, pero tuvieron posiciones diferentes.

Un tema como el abordado no puede agotarse en una nota, y debiera estar abierto a correcciones y ajustes. Lo que no es concebible es que vencedores y vencidos acepten una misma versión de lo acontecido. Mientras que los “gorilas” se ufanaban de haber derrotado a Perón, la pregunta que cabría hacerse es si los sectores populares están condenados a la omnipotencia de las clases dominantes argentinas. Los destinos de nuestro pueblo parecieran así predestinados a cierta tragedia, que vendría siempre tras el paso de años de felicidad. La lucha de los pueblos según Marx, es un derrotero, una prosecución de derrotas que le van permitiendo acumular saber y experiencias para las nuevas luchas. Aprender de las derrotas es lo que hace que las luchas no sean en vano.

Buscar en la historia esos recortes de los hechos no tenidos demasiado en cuenta, puede abrir y ampliar la perspectiva de lo venidero. También entender mucho de lo acontecido recientemente.

Por razones principalmente de espacio y para hacer más cómoda la lectura se desarrollará lo concerniente a la culminación del período kirchnerista tras 12 años de gobierno, en una próxima entrega. 

Berisso, 14 de agosto de 2016

*Periodista


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