2014/01/05

El encuentro: desde la fracasada guerrilla urbana a la integración con los indígenas lacandones

Marcos. El vocero del movimiento
Antes de aparecer en escena, hace 20 años, el neozapatismo llevaba más de 10 años en las sombras. Un largo proceso de inserción en las comunidades indígenas y de conformación de una fuerza político militar considerable, siendo su apuesta nunca despegarse de las bases mismas en las cuales fundaban su misma razón de existencia. Por los datos que se tienen, la experiencia dio comienzo en 1983 cuando media docena de ex guerrilleros se introdujeron en la selva Lacandona, escapando a los servicios de inteligencia que los seguían de cerca. Ellos habían sido parte de experiencia armadas en los ’70, principalmente en las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) y posteriormente del Frente de Liberación Nacional (FLN). Desde su entrada en la zona selvática, los servicios les perdieron el rastro, y tras sobrevivir en condiciones casi infrahumanas, el pequeño grupo se decidió a comenzar un trabajo de integración con las comunidades indígenas. En ese proceso de adaptación y ensamble, consistente en aprender nuevas costumbres, como a hablar los diferentes dialectos de los pueblos de Chiapas, fue cuando según Marcos “Se les abolló el cuadrado de la teoría”.
Lejos de intentar abordar un apasionante debate teórico político, la intención es señalar que la experiencia zapatista tuvo efectos dispares, principalmente en el arco de los que se consideran partidarios de las ideas de izquierda, ya que muchos de ese espacio, prefirieron hablar de “reformismo armado”, o de guerrilla sin programa revolucionario. Por otro lado estuvieron los que como John Holloway, pretendieron hablar de un modelo completamente nuevo, renegando de todas las concepciones que pueden haber llevado, como antecedentes conceptuales, a formalizar una experiencia singular.
Lo cierto es que a diferencia de otras organizaciones guerrilleras, el EZLN se convirtió, en primer lugar, en un insumo, una herramienta para implementar y llevar a cabo las decisiones que los pueblos indígenas tomaban en asambleas. Contra la verticalidad de otras organizaciones el lema zapatista era el de “mandar obedeciendo”, y que la función del Ejército popular no sea imponer la política desde una cúpula. De ahí el rol del o los subcomandantes, ya que lo estrictamente considerado comandancia, debía ser integrada por dirigentes indígenas. El denominado Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) es así la dirección del EZLN, siendo su subcomandante un portavoz y ejecutante de las decisiones que los diferentes comandantes traen de las distintas comunidades. Según lo expresado por Marcos en las primeras entrevistas dadas a la prensa, tras el levantamiento del 1º de enero del ’94, la decisión de haber pasado a la acción tomando las diferentes cabeceras del estado chiapaneco, fue la decisión de las comunidades. A su vez expresaba el subcomandante que antes de esa fecha, el EZLN si bien se preparaba para realizar acciones guerrilleras, éstas estaban supeditadas a la decisión de sus bases, y nunca podían ser llevadas adelante por decisión unilateral. En este sentido “el avance organizativo” debía ser “un fiel reflejo del apoyo político”, ya que “las bases zapatistas dependen de la familia, de que todo el núcleo familiar colabore en alimentos y guarde el secreto”.
Otro tema que generó debates en la izquierda a partir de la irrupción zapatista fue el tema del “poder”. En una carta del 2 de febrero del ’94 a Gaspar Morquecho Escamilla del diario Tiempo de San Cristóbal de las Casas, el subcomandante Marcos le dice en un pequeño párrafo: “¿La toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo”.
Marcos señalaba en otro lugar que “la nueva sociedad, o el mundo nuevo o como quieran llamarlo, debe pasar previamente por una antesala. Las propuestas o rumbos que debe seguir el país, sea esto el comunismo, el socialismo, la socialdemocracia, la democracia cristiana, el liberalismo o cualquier otra corriente ideológica de moda, debe confrontarse con la realidad de cada pueblo para su aprobación. Si esto no ocurre, estaríamos hablando de una falsa revolución, y no porque sea una revolución que mienta, sino porque, sin el sustento que menciono –la aprobación y la participación de las grandes mayorías–, sería siempre susceptible de desviarse o de voltearse”.

No hay comentarios.: