Si bien
Las ausencias de los presidentes de Chile y Perú sí llamaron la atención a los medios españoles, teniendo en cuenta que, siendo ellos parte de
Entre las diferentes especulaciones acerca del porqué del fracaso de la cumbre de Panamá, muchos analistas sostienen que se debe a las diferencias políticas e ideológicas de los diferentes mandatarios, pero también a la superposición y sobrecarga de agendas multilaterales. Bien vale, entonces, hacer un poco de historia al respecto, y poner un interrogante sobre la mesa de discusión, acerca de si es necesaria la prosecución orgánica de una comunidad como la iberoamericana, en un tiempo en el cual el tablero geopolítico internacional cambió sustancialmente, desde el momento en que este tipo de encuentros comenzaron a hacerse a principio de los ’90.
Mucha agua pasó
debajo del puente. Si
bien la Organización
de Estados Iberoamericanos (OEI) fue creada en 1949, con los objetivos de
potenciar la educación, la ciencia y la cultura entre las naciones parte,
recién en 1991 fue cuando se celebraría la primera cumbre de jefes de Estado de
dicha comunidad, para adquirir a partir de ahí el status de encuentro anual, y
la celebración de acuerdos que excedían largamente los objetivos iniciales. La
primera sede fue la ciudad mexicana de Guadalajara, cuando el presidente de ese
país era Carlos Salinas de Gortari, y a partir de ese año se repetiría
anualmente hasta la actualidad. El contexto sociopolítico y económico de ese
tiempo estaba marcado por dos aspectos sustanciales: era casi el comienzo de la
fase unipolar, tras el final de la guerra fría y el derrumbe de los socialismos
reales; y por otro lado, pero de manera simultánea, la imposición de las más
crudas recetas neoliberales, que en la región latinoamericana implicarían el
desguace de los Estados nacionales, el proceso de privatizaciones de las
principales empresas públicas, y el paradigma del ajuste, como variable que
retrotraía a varias décadas atrás, las conquistas logradas por los trabajadores
y los diferentes sectores populares.
El pasaje de un mundo bipolar a otro de carácter unipolar implicaba necesariamente la fragmentación continental de las regiones menos desarrolladas. Era, por entonces, casi una utopía pensar procesos de integración regional como los que en el continente se vienen desarrollando desde la primera década de este siglo. Vale recordar que por esos tiempos, el por entonces presidente argentino Carlos Menem, hablaba de la entrada del país al Mundo Uno. Una ilusión que se fue derrumbando, para mostrar la cara más impúdica del neoliberalismo, pero que no era exclusividad de este país, sino que era el sello distintivo de la ideología de sumisión imperante en las diferentes naciones de la región. Los mencionados Salinas de Gortari y Menem, Fernando Collor de Mello y Alberto Fujimori fueron algunos de los nombres propios de ese mapa regional sumido en las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que sumergirían a las naciones en mayor atraso y dependencia. En ese contexto regional es cuando comienza a tener relevancia una Cumbre Iberoamericana, patrocinada principalmente por los gobiernos socialdemócratas de España y Portugal, que comenzaron a ver con beneplácito la expansión del empresariado de la península ibérica hacia la región para hacerse cargo muchas veces de las empresas de servicios que habían sido públicas, y ahora debían ser privadas.
En un ciclo de conferencias que el historiador británico Eric Hobsbawn celebrara en 2004, sobre el impacto de la globalización, el autor señalaba que en 1989, con el derrumbe de la bipolaridad, nadie podía advertir las implicancias de inestabilidad internacional que vendrían a posteriori, y que en los albores del siglo XXI bien valía subrayar que el intento unipolar nunca pudo ser efectivo ni consolidarse, a pesar de sumir a grandes porciones del planeta en una “notable balcanización” en la cual se debiera leer la fragmentación de los continentes más postergados. El proceso de integración latinoamericano sin dudas no es ajeno a la irrupción de diferentes actores globales, principalmente euroasiáticos, como Rusia, China e India, que comenzaron a proponer un nuevo tablero geopolítico multipolar, que descomprimiera la hegemonía estadounidense y de sus socios dela
Comunidad Europea. La presencia de Brasil, no solamente como
una de las principales economías emergentes (la sexta en el planeta) sino como
integrante de los denominados Brics, inyectó en la región un renovado espíritu
de integración continental que, si bien tuvo como inicio al Mercosur, se fue
potenciando con organismos más amplios y contenedores como lo son la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur) y ahora la
Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).
Con toda esta reconfiguración hoy vale señalar que de los viejos socios
comerciales de los Estados suramericanos va quedando muy poco. Para dar algunos
ejemplos: el principal socio comercial del gigante suramericano hoy es China.
El surgimiento de otros agrupamientos como el ALBA también miran hacia otros lugares del planeta para potenciar sus economías, e incluso en la recientemente conformada Alianza del Pacífico, más proclive a aceptar el ideario neoliberal ven con recelo establecer mecanismos de cooperación comercial o económica con países europeos hoy sumidos en profundas crisis. El viraje haciala Unasur , que realizara el
presidente colombiano Juan Manuel Santos diferenciándose de su antecesor Álvaro
Uribe, es una muestra clara de eso.
La existencia dela
Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno,
iniciada en 1991, mal que pese tuvo la cualidad de ser profundamente funcional
a la incidencia norteamericana en la región. En 1996 iba a asumir el gobierno
de España uno de los principales socios de los EE.UU., el derechista José María
Aznar, quien no solamente acompañaría las recetas neoliberales, sino también
las aventuras bélicas de la potencia del Norte.
El recordado “por qué no te callas” vociferado por el rey Juan Carlos hacia el por entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, dicho enla Cumbre Iberoamericana
celebrada en Santiago de Chile en 2007, vale señalar que aludía en primer lugar
a la caracterización de “fascista” que el mandatario bolivariano hizo con
respecto a Aznar, y al que el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero
le pedía que tratara con respeto.
La crisis de la comunidad iberoamericana habría que precisar que antes que nada responde a una nueva realidad socioeconómica global, que se expresa en intereses diferenciados cuando no contrapuestos, y que hoy las naciones latinoamericanas tienen un plafond muy diferente a cuando se iniciaran las cumbres, allá por 1991. Según Tiberio Graziani, director de la revista Eurasia, de estudios geopolíticos, que se publica en Italia, hoy asistimos a una nueva configuración multipolar, en la cual el Mundo Occidental (Estados Unidos, Comunidad Europea y Japón) se encuentra en crisis a partir del surgimiento de nuevos actores emergentes como son las potencias euroasiáticas nucleadas en los BRICS, y Suramérica. Si existe alguna oportunidad de que los países europeos sumidos en crisis puedan salir de ella, según Graziani, es rompiendo con el alineamiento a Estados Unidos y buscando la gran integración continental dentro de lo que él denomina Eurasia, que por otra parte sería el ámbito natural en el cual las diferentes naciones europeas puedan estar contenidas.
También hoy existen en España grupos como la denominada Izquierda Hispánica, que reivindican el actual proceso integrador latinoamericano, y que desearían que los países de la península se alejaran dela Zona Euro para
integrarse a una gran nación iberoamericana. Posiblemente, sea una buena idea,
aunque nadie hoy en nuestra región aceptaría la tutela de un rey y, mucho
menos, de sus imperativos patriarcales.
El pasaje de un mundo bipolar a otro de carácter unipolar implicaba necesariamente la fragmentación continental de las regiones menos desarrolladas. Era, por entonces, casi una utopía pensar procesos de integración regional como los que en el continente se vienen desarrollando desde la primera década de este siglo. Vale recordar que por esos tiempos, el por entonces presidente argentino Carlos Menem, hablaba de la entrada del país al Mundo Uno. Una ilusión que se fue derrumbando, para mostrar la cara más impúdica del neoliberalismo, pero que no era exclusividad de este país, sino que era el sello distintivo de la ideología de sumisión imperante en las diferentes naciones de la región. Los mencionados Salinas de Gortari y Menem, Fernando Collor de Mello y Alberto Fujimori fueron algunos de los nombres propios de ese mapa regional sumido en las recetas del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que sumergirían a las naciones en mayor atraso y dependencia. En ese contexto regional es cuando comienza a tener relevancia una Cumbre Iberoamericana, patrocinada principalmente por los gobiernos socialdemócratas de España y Portugal, que comenzaron a ver con beneplácito la expansión del empresariado de la península ibérica hacia la región para hacerse cargo muchas veces de las empresas de servicios que habían sido públicas, y ahora debían ser privadas.
En un ciclo de conferencias que el historiador británico Eric Hobsbawn celebrara en 2004, sobre el impacto de la globalización, el autor señalaba que en 1989, con el derrumbe de la bipolaridad, nadie podía advertir las implicancias de inestabilidad internacional que vendrían a posteriori, y que en los albores del siglo XXI bien valía subrayar que el intento unipolar nunca pudo ser efectivo ni consolidarse, a pesar de sumir a grandes porciones del planeta en una “notable balcanización” en la cual se debiera leer la fragmentación de los continentes más postergados. El proceso de integración latinoamericano sin dudas no es ajeno a la irrupción de diferentes actores globales, principalmente euroasiáticos, como Rusia, China e India, que comenzaron a proponer un nuevo tablero geopolítico multipolar, que descomprimiera la hegemonía estadounidense y de sus socios de
El surgimiento de otros agrupamientos como el ALBA también miran hacia otros lugares del planeta para potenciar sus economías, e incluso en la recientemente conformada Alianza del Pacífico, más proclive a aceptar el ideario neoliberal ven con recelo establecer mecanismos de cooperación comercial o económica con países europeos hoy sumidos en profundas crisis. El viraje hacia
La existencia de
El recordado “por qué no te callas” vociferado por el rey Juan Carlos hacia el por entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, dicho en
La crisis de la comunidad iberoamericana habría que precisar que antes que nada responde a una nueva realidad socioeconómica global, que se expresa en intereses diferenciados cuando no contrapuestos, y que hoy las naciones latinoamericanas tienen un plafond muy diferente a cuando se iniciaran las cumbres, allá por 1991. Según Tiberio Graziani, director de la revista Eurasia, de estudios geopolíticos, que se publica en Italia, hoy asistimos a una nueva configuración multipolar, en la cual el Mundo Occidental (Estados Unidos, Comunidad Europea y Japón) se encuentra en crisis a partir del surgimiento de nuevos actores emergentes como son las potencias euroasiáticas nucleadas en los BRICS, y Suramérica. Si existe alguna oportunidad de que los países europeos sumidos en crisis puedan salir de ella, según Graziani, es rompiendo con el alineamiento a Estados Unidos y buscando la gran integración continental dentro de lo que él denomina Eurasia, que por otra parte sería el ámbito natural en el cual las diferentes naciones europeas puedan estar contenidas.
También hoy existen en España grupos como la denominada Izquierda Hispánica, que reivindican el actual proceso integrador latinoamericano, y que desearían que los países de la península se alejaran de
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