La fórmula. El actual vice, Salvador Sánchez Cerén, y su compañero Oscar Ortiz, del FMLN. |
El próximo
2 de febrero se realizarán en El Salvador las elecciones presidenciales, y con
ello se pondrá a prueba la gestión que desde el 1º de junio de 2009 viene
llevando adelante el frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN). El pasado lunes 23 de septiembre, el Tribunal Supremo Electoral (TSE)
realizó, a través de su presidente Eugenio Chicas, la convocatoria oficial para
dichos comicios, en los cuales se producirán algunas modificaciones con
respecto a las realizadas en 2009, ya que el 3 de julio, la Asamblea Legislativa
de ese país sancionó un nuevo Código Electoral, que pone a la nación
centroamericana a tono con las modalidades más propicias para ser efectuada una
consulta de mayor accesibilidad para sus ciudadanos. En el nuevo código se
indica que habrá voto residencial y voto desde el exterior. Hasta ahora, todos
los sufragantes de un distrito lo hacían en un solo lugar, lo que entorpecía la
dinámica electoral y conllevaba grandes gastos de movilidad. En los próximos
comicios, cada municipio contará con diferentes lugares de votación, los cuales
estarán delimitados por uno o varios cantones, de forma total o parcial en el
área rural, o por una o varias urbanizaciones, barrios o colonias, de forma
total o parcial en el área urbana. El voto residencial ya se había puesto en
práctica en las legislativas de 2012, pero ésta será la primera vez que se
implementará en comicios presidenciales. En las elecciones, sólo se presentará
la fórmula presidencial. Si ninguna de ellas llegara a alcanzar mayoría
absoluta, está prevista una segunda vuelta el 9 de marzo para dirimir quiénes
serán tanto el nuevo mandatario como el vicepresidente.
Ante la convocatoria del TSE, fue el FMLN el primero en inscribir el martes 24 la fórmula integrada por Salvador Sánchez Cerén y Oscar Ortiz como candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia, respectivamente. La convocatoria que realiza el tribunal resulta así la antesala para el comienzo de la campaña electoral, que se iniciará el 2 de octubre y que prevé para febrero la concurrencia de casi 5 millones de sufragantes.
Los comicios presidenciales en El Salvador se realizan cada cinco años. El 15 de marzo de 2009, en consonancia con la oleada de triunfos electorales de la izquierda y el progresismo en Latinoamérica, el pueblo salvadoreño eligió ganadora a la formula del FMLN integrada por el periodista Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén. Si bien el resultado fue bastante ajustado, el FMLN se impuso en primera vuelta a la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que postulaba como presidente a Rodrigo Ávila. En una elección sumamente polarizada, el Farabundo Martí ganó con el 51,32% contra el 48,8% de su oponente.
Tras un largo proceso de guerra civil revolucionaria, el FMLN que nucleaba a varios destacamentos guerrilleros, tras la firma en 1992 de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, México, se convirtió ese mismo año en una fuerza político electoral, en la cual confluirían los diferentes grupos que habían sido parte de la insurgencia. Vale señalar que el Partido Comunista salvadoreño (PCS) se disolvería en el nuevo agrupamiento político, el que a partir de 1994 se convertiría en un partido de tendencias para lograr mantener su unidad, destacándose entre ellasla CRS
(Corriente Revolucionaria Socialista), de la cual fueran parte, entre otros, el
emblemático e histórico líder Shafik Handal (fallecido en 2006) y el actual
candidato Sánchez Cerén.
El FMLN, desde su ingreso a la esfera democrática, planteó un programa de Revolución Democrática en transición al socialismo, en el cual se trataría de abolir al neoliberalismo y la dependencia capitalista, ampliando la democracia participativa, la extensión de derechos acorde a una profunda justicia social y el desarrollo nacional. Tras más de una década y media de participación democrática, el FMLN llegó al gobierno de El Salvador en 2009 con la candidatura del actual presidente Mauricio Funes, y el desafío de cara a 2014 es conservar lo alcanzado, aunque los sondeos actuales de intención de voto no le son favorables, y más teniendo en cuenta que en las legislativas de 2012, la derechista Arena logró alcanzar mayor porcentaje electoral. En El Salvador se ponen en juego, de esta forma, todos los dilemas y dicotomías a las cuales deben enfrentarse muchos de los gobiernos progresistas de la región. Con medios de comunicación enfrentados, y ante el poderoso lobby del empresariado trasnacionalizado, más el remanente de una poderosa oligarquía terrateniente y financiera, resulta para un gobierno con bases sociales no demasiado consolidadas sumamente difícil llevar adelante un proceso verdaderamente transformador, y más aún profundizarlo, lo cual siempre es un convite para que la derecha más retrógrada intente restaurar sus privilegios corporativos, propios a una formación social predominante en estadios anteriores.
Los sondeos previos afirman que la derechista Arena ganaría en primera vuelta, lo que implicaría para el FMLN la necesidad de conformar un abanico de alianzas que lo exceda largamente para poder imponerse en los comicios complementarios del 9 de marzo. Pero el problema es que el Farabundo Martí no puede mirar a su izquierda para tejer alianzas, ya que hacia ese lugar no tiene con quién hacerlo, y por esa razón acordar con otras fuerzas contrarias ala Arena , implicaría hacer
concesiones que debilitarían ostensiblemente el perfil transformador. Tanto es
así, que una probabilidad es unirse en segunda vuelta a la reciente conformada
coalición Unidad, que en primera vuelta lleva como candidato presidencial al ex
presidente Elías Antonio Saca González (2004-2009), quien fuera parte en ese
tiempo de Arena, pero que sería expulsado de la fuerza tras la derrota de 2009.
Saca González, durante su mandato, llevó adelante todas las recetas
neoliberales y las sugerencias de los Estados Unidos, siendo un político de
verdadera raigambre derechista. Lo único que lo podría hacer votar contra Arena
es el despecho por su expulsión, aunque su base electoral muy difícilmente se
incline por dar apoyo al FMLN.
El escenario político salvadoreño actual resulta demasiado confuso, ya que el mandatario Funes se fue alejando notoriamente de las bases programáticas por las cuales llegó al gobierno en 2009, creando así una ostensible tensión con el FMLN. De hecho, hoy Funes consigue más apoyos legislativos de Arena que del partido al cual supuestamente representa, cada vez que necesita impulsar proyectos desde el ejecutivo. Si bien Funes llevó adelante desde el inicio de su mandato algunas políticas proclives a establecer mayor inclusión social, hubo detalles significativos que lo fueron alejando de los principales lineamientos del FMLN. Funes se opuso a que su país se alineara ala Alianza Bolivariana
para las Américas (ALBA), y propuso una buena relación diplomática con el
gobierno de Barack Obama.
Por su parte, en el país centroamericano hay flagelos sociales que recrudecieron y que son el caballito de batalla tanto de los medios como de la oposición para fustigar a una gestión que se muestra muy débil para enfrentarlos. El gobierno de Funes se fue apoyando cada vez más en un sector del gran empresariado salvadoreño, que si bien tiene contradicciones con la oligarquía trasnacionalizada, resulta un sector oscilante que, en algunos casos, propone medidas antipopulares. La tasa de desempleo sigue siendo muy alta y no se visualizan políticas concretas que la puedan ir desterrando. Es más, esto provoca un recrudecimiento de la violencia social, siendo la guerra entre pandillas un problema de difícil resolución.
Tal como señalara el analista Roberto Pineda en el portal Alainet, vuelve a ser el movimiento social el único que puede cerrarle la puerta a la derecha en 2014. “El peso de la lucha parlamentaria como forma principal y exclusiva de lucha, aplasta, anula y mediatiza la posibilidad de impulsar la lucha social que sigue siendo esporádica en el tiempo y fragmentaria en el territorio”, agregando que eso “ha permitido que la derecha política superara el golpe demoledor de marzo del 2009, se rehabilitara y contraatacara en marzo de 2012 y amenazara con dar el zarpazo para la restauración oligárquica en febrero de2014” .
Si bien el candidato presidencial de la izquierda Salvador Sánchez Cerén es un histórico y reconocido dirigente, vale señalar que una fuerza transformadora debe hacerse fuerte en la propia base de la sociedad, sentando así nuevas tensiones que profundicen un programa de gobierno, y cambiar el humor que generan los medios de información. Un humor que además de desmovilizar, crea apatías y desencantos, en los cuales la derecha se mueve como pez en el agua, reproduciéndose constantemente.
Ante la convocatoria del TSE, fue el FMLN el primero en inscribir el martes 24 la fórmula integrada por Salvador Sánchez Cerén y Oscar Ortiz como candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia, respectivamente. La convocatoria que realiza el tribunal resulta así la antesala para el comienzo de la campaña electoral, que se iniciará el 2 de octubre y que prevé para febrero la concurrencia de casi 5 millones de sufragantes.
Los comicios presidenciales en El Salvador se realizan cada cinco años. El 15 de marzo de 2009, en consonancia con la oleada de triunfos electorales de la izquierda y el progresismo en Latinoamérica, el pueblo salvadoreño eligió ganadora a la formula del FMLN integrada por el periodista Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén. Si bien el resultado fue bastante ajustado, el FMLN se impuso en primera vuelta a la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que postulaba como presidente a Rodrigo Ávila. En una elección sumamente polarizada, el Farabundo Martí ganó con el 51,32% contra el 48,8% de su oponente.
Tras un largo proceso de guerra civil revolucionaria, el FMLN que nucleaba a varios destacamentos guerrilleros, tras la firma en 1992 de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, México, se convirtió ese mismo año en una fuerza político electoral, en la cual confluirían los diferentes grupos que habían sido parte de la insurgencia. Vale señalar que el Partido Comunista salvadoreño (PCS) se disolvería en el nuevo agrupamiento político, el que a partir de 1994 se convertiría en un partido de tendencias para lograr mantener su unidad, destacándose entre ellas
El FMLN, desde su ingreso a la esfera democrática, planteó un programa de Revolución Democrática en transición al socialismo, en el cual se trataría de abolir al neoliberalismo y la dependencia capitalista, ampliando la democracia participativa, la extensión de derechos acorde a una profunda justicia social y el desarrollo nacional. Tras más de una década y media de participación democrática, el FMLN llegó al gobierno de El Salvador en 2009 con la candidatura del actual presidente Mauricio Funes, y el desafío de cara a 2014 es conservar lo alcanzado, aunque los sondeos actuales de intención de voto no le son favorables, y más teniendo en cuenta que en las legislativas de 2012, la derechista Arena logró alcanzar mayor porcentaje electoral. En El Salvador se ponen en juego, de esta forma, todos los dilemas y dicotomías a las cuales deben enfrentarse muchos de los gobiernos progresistas de la región. Con medios de comunicación enfrentados, y ante el poderoso lobby del empresariado trasnacionalizado, más el remanente de una poderosa oligarquía terrateniente y financiera, resulta para un gobierno con bases sociales no demasiado consolidadas sumamente difícil llevar adelante un proceso verdaderamente transformador, y más aún profundizarlo, lo cual siempre es un convite para que la derecha más retrógrada intente restaurar sus privilegios corporativos, propios a una formación social predominante en estadios anteriores.
Los sondeos previos afirman que la derechista Arena ganaría en primera vuelta, lo que implicaría para el FMLN la necesidad de conformar un abanico de alianzas que lo exceda largamente para poder imponerse en los comicios complementarios del 9 de marzo. Pero el problema es que el Farabundo Martí no puede mirar a su izquierda para tejer alianzas, ya que hacia ese lugar no tiene con quién hacerlo, y por esa razón acordar con otras fuerzas contrarias a
El escenario político salvadoreño actual resulta demasiado confuso, ya que el mandatario Funes se fue alejando notoriamente de las bases programáticas por las cuales llegó al gobierno en 2009, creando así una ostensible tensión con el FMLN. De hecho, hoy Funes consigue más apoyos legislativos de Arena que del partido al cual supuestamente representa, cada vez que necesita impulsar proyectos desde el ejecutivo. Si bien Funes llevó adelante desde el inicio de su mandato algunas políticas proclives a establecer mayor inclusión social, hubo detalles significativos que lo fueron alejando de los principales lineamientos del FMLN. Funes se opuso a que su país se alineara a
Por su parte, en el país centroamericano hay flagelos sociales que recrudecieron y que son el caballito de batalla tanto de los medios como de la oposición para fustigar a una gestión que se muestra muy débil para enfrentarlos. El gobierno de Funes se fue apoyando cada vez más en un sector del gran empresariado salvadoreño, que si bien tiene contradicciones con la oligarquía trasnacionalizada, resulta un sector oscilante que, en algunos casos, propone medidas antipopulares. La tasa de desempleo sigue siendo muy alta y no se visualizan políticas concretas que la puedan ir desterrando. Es más, esto provoca un recrudecimiento de la violencia social, siendo la guerra entre pandillas un problema de difícil resolución.
Tal como señalara el analista Roberto Pineda en el portal Alainet, vuelve a ser el movimiento social el único que puede cerrarle la puerta a la derecha en 2014. “El peso de la lucha parlamentaria como forma principal y exclusiva de lucha, aplasta, anula y mediatiza la posibilidad de impulsar la lucha social que sigue siendo esporádica en el tiempo y fragmentaria en el territorio”, agregando que eso “ha permitido que la derecha política superara el golpe demoledor de marzo del 2009, se rehabilitara y contraatacara en marzo de 2012 y amenazara con dar el zarpazo para la restauración oligárquica en febrero de
Si bien el candidato presidencial de la izquierda Salvador Sánchez Cerén es un histórico y reconocido dirigente, vale señalar que una fuerza transformadora debe hacerse fuerte en la propia base de la sociedad, sentando así nuevas tensiones que profundicen un programa de gobierno, y cambiar el humor que generan los medios de información. Un humor que además de desmovilizar, crea apatías y desencantos, en los cuales la derecha se mueve como pez en el agua, reproduciéndose constantemente.
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