Burocracia o renovación.
Una de las patas
rengas del proyecto kirchnerista, sin dudas, es no contar con fuerza propia
sindical, o al menos con una corriente que si bien no tendría por qué
subordinarse ciegamente, cosa que por lo demás no sería deseable, ya que los
trabajadores deben luchar por su lugar en la sociedad y mantener autonomía de
un Estado, que por definición funciona como árbitro de las contradicciones
internas, donde los que producen no son el todo, sino una de las partes
esenciales del movimiento del conjunto.
El que escribe hoy lee que tanto la CGT denominada oficialista
como la opositora realizaron actos de desagravio al legendario dirigente
metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, el Lobo que en los ’60 había pergeñado un
peronismo sin Perón y una táctica que marcó a fuego al sindicalismo argentino:
"Golpear para negociar". Una táctica que más que beneficiar a los
trabajadores en su conjunto robustecía los privilegios de la cúpula.
Los que comenzamos una militancia política en aquellos tiempos, marcados por el calor del Cordobazo del ’69, no comulgábamos con ese sindicalismo precisamente, sino con toda una renovación que tenía casi como punto de partida la resistencia obrera a la dictadura de Onganía iniciada en el ’66, y que tuviera como expresión inicial al programa de
Volviendo a la actualidad, y señalando la falta de un sindicalismo comprometido con el cambio social, valdría destacar que hubiera sido importante que
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