El término clase
media, más que expresar un concepto sociológico, resulta una generalización que
en verdad oculta todos los matices y particularidades incluidos en su fallida
definición. Esbozar una estrategia que tenga como horizonte profundizar los
cambios ya realizados, debe necesariamente desprenderse de seudo conceptos que
no hacen más que oscurecer la realidad social, no permitiendo extraer
conclusiones válidas, para el accionar colectivo.
Desde el momento
de las movilizaciones espontáneas y no tanto, realizadas en los principales
centros urbanos del país, el pasado jueves, se intenta mostrar una ecuación
falaz: caceroleros = clase media = gorilas. El que escribe cree que realizar
esas equivalencias, lejos de aportar algún dato saliente para el debate y la
organización de las grandes masas populares, lo único que hace es oscurecer el
problema. No existe un sujeto que podría llamarse clase media, y tampoco sería deseable
que él exista como un opositor empedernido. Mucho se dijo acerca de cuando Carta
Abierta le dio el mote de destituyente al campo, y con eso le otorgó una identidad que no tenía. Se trata de no reciclar el
mismo error.
En el proyecto iniciado en
2003, están incluidos objetivamente sectores de la sociedad que son parte de la
mal denominada clase media, a saber: empresarios, profesionales, trabajadores calificados
y un largo etcétera donde sin dudas entra la mayoría de la clase política. El
kirchenerismo a partir de 2010 acumuló principalmente entre estos sectores.
El enemigo principal es otro
Las clases medias siempre resultaron
un terreno fangoso donde se intenta construir una de las patas principales del
consenso. Son masas sin un proyecto propio, y por ende plausibles de ser
arrastradas hacia lo más retrógrado de la sociedad. Son un espacio de disputa,
que no hay que regalárselo a los que si tienen un proyecto, y que son los que
en 200 años se fueron transformando en una elite de poder, que construyó un país
para pocos, y a la vez dependiente. Estos últimos si, son el enemigo. No hay
que engrosarles las filas.
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