Hay oportunidades en las que uno quisiera saber qué tienen
otros en sus cabezas, estar metidos en ellas y tal vez mirarse desde esos
lugares. El ejercicio podría ser angustiante. Si bien por convicción filosófica
uno sostiene que lo real se desarrolla o tiene vida independientemente de lo
que uno pueda percibir, habría que afirmar que el principal obstáculo para el
conocimiento es ese caparazón desde el cual se percibe. Los humanos son
incontables pero cada uno percibe y piensa desde el propio cuerpo, incluso
estamos acostumbrados a suponer que lo hacemos desde el interior del mismo.
Resulta extremadamente difícil definir la obviedad e incluso no existen
términos unívocos para dicha definición. No es lo mismo que hablar del pie o de
la mano porque de hecho tampoco se trata del cerebro sino de la percepción que
cada uno tiene de lo real. Tal vez la mejor descripción es la que hiciera
Descartes en las Meditaciones. Resulta algo extraño saber de la existencia de millones
de similares inclusive durante el paso del tiempo y percibir individualmente.
Tal vez muchos piensen que eso es lo más natural. Es la imposibilidad de pensar
la muerte propia diría Freud. Es posible que lo que se intenta definir y no
encuentra un término adecuado sea justamente el reverso de la idea de la muerte
propia. Descartes de lo único que no dudaba era de que pensaba. No podía
detener el pensamiento porque la muerte se encontraba precluida.
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