Hoy se dice que, para que el país se desarrolle es necesaria
la venida de inversiones. Una afirmación liviana que carece de sustento. Para
que una nación tenga un desarrollo importante y que a partir de ello se pueda
revertir la pobreza estructural no alcanza con una inyección de capitales, es
necesario revertir la matriz productiva existente. Para ello se necesita un
nuevo modelo económico que permita la superación del modelo agroexportador y ponga
en marcha nuevos motores productivos.
Cambiar la matriz productiva es violentar la división
internacional del trabajo, por ende es producir un camino contranatura. La
tendencia espontánea del capitalismo reproduce incesantemente tanto la división
como la matriz. Por esta razón cualquier paradigma esbozado desde ideologías de
libre cambio y libertad empresaria no hacen más que ahondar el atraso y la
pauperización social. El capitalista no invierte para mejorar la estructura
social, invierte para conseguir ganancias. Suponer que ambos elementos son
solidarios entre sí es una de las principales falacias de los gobernantes empresarios. Sin
cierto disciplinamiento de las actividades del capital para que ellas puedan
inscribirse en la generación de nuevos motores productivos, no hay posibilidad
alguna de revertir la situación actual.
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