Están los que creen que cualquier mejora proviene del esfuerzo
individual, “si no hacés nada por vos nadie lo va a hacer” afirman, desligando
su vida de cualquier acción colectiva. En el otro extremo están los que piensan
que la única forma de mejorar la propia situación es mediante la transformación
colectiva. Obviamente las dos posiciones reflejan estereotipos. Nadie en la
realidad es totalmente igual a esos moldes. El discurso macrista le habla a los
primeros (principal interlocutor) diciéndoles que por culpa de los segundos
estamos como estamos. Por culpa de los desparecidos, de los que luchan y de
todos aquellos que atentan y siempre atentaron contra tu propia iniciativa. La fortaleza
del discurso macrista es asentarse en un sentido común labrado durante décadas,
por eso intentar minimizarlo conduce a un sombrío derrotero.
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