2015/10/17

Faltaría otra vuelta de tuerca

En la actual situación del capitalismo global, lo que tal vez haya desaparecido como alternativa es la ruptura total del andamiaje estructural del sistema, para dar comienzo a una nueva sociedad. Sin dudas, ello es un logro bastante considerable de la estrategia defensiva de las fracciones sociales que para sobrevivir necesitan de la reproducción de la plusvalía. Decimos fracciones en lugar de burguesía, porque es probable que catalogándola de esa forma nos privemos de entender las principales cualidades de ella. Que se haya roto el paradigma de las rupturas, no implica que no se pueda hacer nada por el bienestar de las mayorías. Lo que hay que saber es que lo que sí será posible, necesariamente estará enmarcado en esas coordenadas. Esto tiene singular importancia en la actual realidad latinoamericana.

Hoy asistimos a múltiples tensiones, que en última instancia están determinadas por la contradicción capital- trabajo, pero que por cierta lógica divergente siempre se tensan en planos disociados. Los principales enfrentamientos a nivel planetario se producen entre fracciones que necesitan de la apropiación privada de la producción social. Es así como el tránsito desde la unipolaridad a la multipolaridad no representa más que la agudización de las diferentes contradicciones intercapitalistas. Cambios en las relaciones de fuerzas, formación de nuevos bloques tácticos, búsqueda de ocupación de zonas estratégicas, incremento de la competencia, búsqueda de nuevos liderazgos, irrupción de nuevos actores globales, etc. Esto se produce en simultáneo, con el desarrollo de economías negras (narcotráfico, trata, paraísos fiscales, etc.) que en lo aparente tienen existencia separada, pero que se complementan o son parte de un mismo todo. En ese escenario global cobran vigencia las guerras en lugares estratégicos (Oriente próximo, el Cáucaso), la demonización de ciertas naciones, y el desarrollo de guerras santas como las que se hacen contra el terrorismo y el narcotráfico.

La exacerbación de las tensiones entre fracciones capitalistas es la matriz formal y fáctica de la guerra. Eso es lo que Lenin pudo constatar ante la irrupción de la primera gran guerra europea hace poco más de un siglo, y que fue lo que le permitió -a contramano de toda la marea socialdemócrata de entonces- ver la posibilidad concreta de la ruptura revolucionaria.

Si desde los albores del nuevo siglo en nuestro continente se fueron dando algunos cambios, que torcieron cierta inercia estructural de larga data, fue principalmente por la existencia de un nuevo escenario global, y por la clara visión de algunos líderes, como el desaparecido Hugo Chávez. La insurgencia neozapatista de enero del ’94 ya había inaugurado una revolución molecular en el seno de los diferentes movimientos sociales de la región. Es probable que haya que producir una nueva vuelta de tuerca.

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