2014/06/15

Ecuador- La reelección presidencial para enfrentar el avance de la derecha

Pese a sus afirmaciones en el sentido de que en 2017 dejaría el cargo, el presidente Correa considera reformar las normas constitucionales para lograr su reelección de cara a las amenazas golpistas de la reacción ecuatoriana.
Las próximas elecciones presidenciales en Ecuador se realizarán recién en 2017. El presidente Rafael Correa fue reelegido por tercera vez, en febrero del año pasado. Tras su primera asunción en enero de 2007, liderando la Alianza País, y debido a que se desarrollara a lo largo de los años 2007-2008, la asamblea constituyente que pusiera en pie una reforma constitucional, haber sido reelegido en 2009, implicó para Correa su primera presidencia bajo las normativas de la nueva Carta Magna ecuatoriana. Traer estos datos al presente, son producto de que hoy el mandatario está bregando por una enmienda constitucional que le permita ser reelegido en las próximas presidenciales, que como ya se señalara más arriba se realizarán dentro de tres años.
No pocas veces Correa había manifestado que éste era su último mandato, y que con agrado dejaría el cargo a algún sucesor que prosiguiera con la denominada Revolución Ciudadana, ya que él, todos estos años no pudo disfrutar de su vida familiar, principalmente de sus hijas. Pero hubo algo que hizo que el mandatario cambiara de opinión. En estas páginas ya se señalaba en marzo, que Correa había evaluado de forma no del todo positiva las elecciones distritales realizadas en su país, el pasado 23 de febrero. No fue ningún dato menor que una gran cantidad de alcaldías que estaban bajo la gestión de la Alianza País se hayan perdido, y que entre ellas, una fuera nada más ni nada menos que la alcaldía de Quito. En el distrito capital ganó en febrero el abogado Mauricio Rodas, quien para Correa no representa ni a la derecha silvestre, ni a la tradicional que gestiona en Guayaquil. Tampoco la que representa al Coronel Lucio Gutiérrez. Se trata para Correa de un nuevo proyecto apuntalado desde el exterior de su país, y que no resulta ajeno al avance de la derecha en la región, que para el mandatario andino es parte orgánica de una escalada reaccionaria, que tiene como epicentro a Venezuela, tras el fallecimiento del líder bolivariano Hugo Chávez.
A nivel general, la Alianza País, en febrero fue la más votada a lo largo y ancho de Ecuador, pero haber perdido una cantidad importante de alcaldías, puso sobre el tapete algunas debilidades de la fuerza política gobernante, principalmente en los armados distritales. Tanto es así que el mismo Correa enfatizó que esos traspiés electorales no lo fueron de su partido, y mucho menos de su liderazgo. Habiendo sido entonces, la de la alcaldía de Quito la principal derrota, Correa a principios de marzo denostó a toda la prensa que intentó mostrar una derrota de la fuerza oficialista. “No resiste el menor análisis, es una mentira monstruosa que la gente votó contra la revolución ciudadana”, enfatizó, asegurando que “los resultados en Quito fueron por errores en la administración, errores en la campaña”, sumando que se tuvo que enfrentar a “un candidato carismático de la derecha y un ataque contra la imagen” del candidato oficialista Augusto Barrera. Citado por el diario El Comercio, de Quito, Correa dijo en esa oportunidad que “no se votó contra el Gobierno, lastimosamente se votó contra Augusto Barrera” debido a que “con la complicidad de cierta prensa y con la derecha desde hace varios meses se comenzó a desprestigiar la imagen de Augusto Barrera y les dio los resultados, pero en Quito se votó contra Augusto Barrera y no contra Alianza País ni el Gobierno ni contra el presidente Correa”. Según el dignatario, “no hubo un triunfo contundente de Alianza País, pero sí hubo una victoria con grandes reveces como en Quito y Cuenca”. Pero Correa no fue muy condescendiente con algunos sectores de su partido a los que acusó de sectarios, enfatizando que País es un instrumento para la Revolución Ciudadana y que, por lo tanto, debiera estar abierto a que se incorporen muchos más. Incluso aseveró en ese momento que si tuviera que renunciar al partido para proseguir las transformaciones no vacilaría en hacerlo. Algunos analistas ecuatorianos coincidiendo con los dichos del presidente, afirmando que en no pocos distritos del país andino, los dirigentes locales habían sido bastante displicentes, y que contaban con una supuesta marea de votos, por el sólo hecho de pertenecer a la fuerza política de Rafael Correa. Los hechos demostraron lo contrario.
Durante uno de sus habituales Enlaces Ciudadanos, más precisamente el que Correa realizó el 1º de marzo en el barrio de Gutuglagua en la provincia de Pichincha, reflexionó sobre la posibilidad de enmendar la Constitución para permitir la reelección indefinida de cualquier cargo electivo, entre ellos el de presidente, con lo cual dejó explicitado que si fuera necesario que en 2017 él tuviera que volver a ser presidente, debido a que la situación lo requiriese así, producto del avance de la derecha, no dudaría en hacerlo. Además, Correa viene sosteniendo desde hace ya algunos meses que en su país se viene gestando un “golpe blando” organizado por la derecha y en connivencia con la izquierda radical, expresada principalmente en grupos indigenistas y ecologistas. Por su parte, algunos grupos de esa izquierda, antiguos socios que fueran parte de la Alianza País hasta 2009, sugieren que se trata solamente de una retórica que a Correa le sienta bastante bien, pero que no se ajusta a la realidad. Lo cierto es que hoy el gobierno ecuatoriano debe enfrentarse a una derecha poderosa, y encuentra trabas en debates circulares e infinitos con sectores del movimiento popular. El tema de la minería y la extracción del petróleo, el debate por el nuevo Código de Trabajo, son algunas de esas aristas, en las cuales pareciera que no hubiera salida concertada entre sectores populares, y que la derecha mediática y corporativa instrumentaliza para dividir mucho más aún.
Un dato de la realidad que trascendió muy poco en medios internacionales fue que en mayo, dirigentes indígenas de la localidad amazónica de Sarayaku ejercieron a fuerza de armas, el poder local, permitiendo que tres prófugos de la Justicia, se refugiaran en ese lugar. Ellos eran el asambleísta Cléver Jiménez y sus asesores Fernando Villavicencio y Carlos Figueroa, sentenciados por la justicia a prisión por injurias contra el presidente Correa, durante los hechos acontecidos durante el 30- S. Correa fue bien enfático y tildó a ese hecho de separatismo, asegurando que el Estado ecuatoriano aunque Plurinacional es unitario. Pero lo curioso de ello es que lo de Sarayaku, fue una rara mezcla de activismo indigenista, grupos armados de tipo paramilitar y periodistas de medios hegemónicos, junto a políticos disidentes refugiados en ese lugar. Según aseguraba por esos días, el diario español El País, Villavicencio se encontraba refugiado en Miami, y desde ahí se dirigió directamente a la localidad amazónica. Para Correa, en todo esto también existe una gran incidencia de ONG patrocinadas por grandes corporaciones internacionales. “No son organizaciones no gubernamentales, son organizaciones de otros gobiernos” señaló el presidente. Todo este entramado que en mayo se concentrara en una pequeña población de la Amazonía, según Correa es parte de una conspiración en marcha. Todos esos datos le hacen hoy ser partidario de modificar las leyes, para poder seguir conduciendo al país andino más allá de 2017. Aunque sus detractores por izquierda sostengan que eso es más el producto de no haber creado una fuerza política homogénea de la cual puedan emerger otros dirigentes que le puedan dar continuidad al proyecto en curso. “Aunque señale lo contrario, la reelección presidencial es la respuesta del correísmo a su derrota en las elecciones del 23 de febrero y es el reconocimiento que sin Correa como candidato el proyecto de la revolución ciudadana se va a pique” sugieren en un documento reciente sus ex socios del Movimiento Popular Democrático, de orientación marxista leninista.
El pasado jueves 22 de mayo, la asambleísta Soledad Buendía de la Alianza País presentó ante la coordinación de su bloque una propuesta para cambiar la Constitución y permitir la reelección indefinida. Buendía aspira a que durante junio la bancada de País defina la propuesta que deberá pasar el primer debate en la Asamblea y luego de un año el segundo debate. El otro camino es que por iniciativa ciudadana se recolecte el 8% de firmas del padrón electoral y se solicite un referendo o, que a la vez, sea el mismo presidente quien llame a las urnas para que sean todos los ecuatorianos quienes decidan si quieren o no la reelección indefinida. El 24 de mayo, el presidente Correa dio el informe a la nación 2014 ante una colmada Asamblea Nacional. Allí tras exponer por varias horas sobre los logros de la Revolución Ciudadana, aceptó el clamor de los militantes presentes, y pidió a la Asamblea que traten el tema de la enmienda constitucional que permita la reelección indefinida de cualquier cargo de elección popular. Planteado de esta forma, y teniendo en cuenta la mayoría absoluta que tiene País en el recinto legislativo, no será más que un trámite sencillo. Por esta razón algunos sectores opositores plantean que lo que se tendría que hacer es ir a referéndum para aprobar la normativa.
De todas maneras, ya algunos sectores de la izquierda más moderada comenzaron a acercarse al presidente Correa para darle su apoyo y dar pie a la conformación de una unidad política de izquierdas, de mayor volumen que lo que representa la Alianza País. Durante la primera semana de junio, Correa recibió a una comisión del Partido Socialista- Frente Amplio encabezada por su máximo dirigente, Fabián Solano. Rafael Correa después de ese encuentro anunció en uno de sus Enlaces Ciudadanos la consolidación de la alianza con el Partido Socialista-Frente Amplio y la posibilidad de una futura coalición de izquierdas que eviten la restauración conservadora en el país. “El Partido Socialista ha tenido una actitud coherente con la Revolución”, recalcó Correa, durante su Enlace Ciudadano realizado desde el cantón amazónico Carlos Julio Arosemena.
El acercamiento del Partido Socialista-Frente Amplio no resulta un dato menor, ya que en las elecciones distritales realizadas en febrero, esa fuerza política ganó más de una veintena de alcaldías, lo que la convierte en la cuarta fuerza política de la nación. Incluso le arrebató alcaldías a la Alianza País. Correa, en aquel momento subrayó que era bueno que creciera la izquierda en los distritos. En tal sentido dijo ante los socialistas que la coyuntura política obliga a que los verdaderos movimientos de izquierda se unan. Según la visión del mandatario en la región y en el país actualmente se vive un reacomodo de la derecha, representada por los banqueros de la crisis del ’99, las grandes elites, los medios privados de comunicación y el apoyo desde los principales centros de poder global. Una derecha que según Correa busca terminar con el Gobierno de la Revolución Ciudadana. Situado en ese diagnóstico el mandatario andino puso sobre el tapete la posibilidad de reelección indefinida, faltando aún tres años para las próximas presidenciales.
Los dilemas de las izquierdas. Si bien el acercamiento señalado es un dato importante para la conformación de una unidad mayor de los sectores populares de Ecuador, que pueda aislar definitivamente a la derecha más retrógrada y reaccionaria, existen posiciones desde las izquierdas mismas que muchas veces hacen imposible tales acercamientos. Sin dudas no es un problema netamente ecuatoriano, recorre todo el continente englobando posiciones encontradas con respecto a cómo caracterizar a los denominados gobiernos progresistas. No les sucede nada más que a los partidos políticos de izquierda, también a muchos movimientos sociales, y no hay que dejar de señalar que en muchos casos la principal causa de falta de unidad es responsabilidad casi exclusiva de las fuerzas denominadas progresistas que ejercen el gobierno. En tal sentido, el acuerdo logrado en Bolivia entre el Movimiento al Socialismo de Evo Morales y la clasista Central Obrera Boliviana, para golpear en conjunto a la derecha más obtusa resulta un dato bastante aleccionador. Si no, existen afirmaciones cruzadas, del estilo “son funcionales a la derecha”, aunque no se haga nada para revertir o acordar posiciones que se suponen a favor de los que menos tienen. No siempre las posiciones que se realizan a través de los discursos son correspondidas en las acciones. O en todo caso el supuesto interés popular se encuentra condicionado por intereses que se suponen que a la larga lo favorecerían. Por suponerse complementarios. Favorecer a ciertos empresarios podría generar puestos de trabajo, y de tal forma beneficiar a los trabajadores, aunque eso no sea completamente comprobable, y en muchos casos sólo sirva para juntar mano de obra de escaso valor.
A su vez desde muchas izquierdas se tiene una valoración que engloba a todos los adversarios en el mismo lugar, el del enemigo principal, y por eso le da lo mismo que por ejemplo en un país como Colombia vuelva el uribismo, o se prosiga un proceso de paz con la guerrilla. Existen gobiernos que obviamente no son ni revolucionarios ni de izquierda, pero un dato que no debiera pasar por alto son las condiciones que esos gobiernos generan, condiciones que favorezcan el desarrollo o el declinamiento de los movimientos populares. Este aspecto no debiera ser soslayado.
En otros tiempos implicaba un famoso debate que discernía entre “reforma o revolución”, en el cual se consideraba a determinados procesos de cambio social, como un engaño a las masas populares, ya que en verdad se hacían para que no se produzca lo que verdaderamente debiera suceder. La famosa “astucia de la burguesía”. De todas formas, esa clase de debate si no tiene correspondencia con la existencia real de masas populares organizadas, con relaciones de fuerza concretas, siempre resultará una abstracción, muy alejada del sentir común. Pero obviamente no sólo las izquierdas radicales, en algunas oportunidades tienen escasa inserción popular, en algunos casos, son también debilidades de los propios gobiernos progresistas, ya que un gran caudal de votos no siempre es equivalente a una influencia destacada en la base de la sociedad. El caudal electoral no siempre se corresponde con fuerza orgánica, que pueda preservar por tiempo indefinido los cambios producidos, y pueda sentar nuevas tensiones que profundicen ese rumbo.
En Ecuador, un debate sensible se da en relación con la posibilidad concreta de explotación petrolera en el Yasuní. Tras el fracaso del proyecto ITT, de no explotar la región, para no contaminar al medio ambiente, el gobierno de Rafael Correa decidió que se debe realizar una “explotación inteligente” del Yasuní. Entre sus consideraciones, el país andino no puede ni debe privarse de explotar coherentemente sus recursos naturales, ya que si no lo hiciera sería imposible profundizar el proceso de revolución ciudadana. Según Correa, no se puede hacer apología de la pobreza, a la pobreza hay que desterrarla, y según él existen grupos a los que eso pareciera no importarles. En el informe a la nación realizado el 24 de mayo, el mandatario subrayó explícitamente que con los pobres la política no debe ser la caridad, sino la provisión de instrumentos para que puedan salir de esa condición. Y para eso debe existir desarrollo productivo. Si bien en muchos países de la región la explotación de recursos naturales, y la exportación de commodities es casi un lugar común, en Ecuador todo eso está pensado en función del desarrollo y cambio de la matriz productiva. De tal forma el desarrollo de tecnología de punta es uno de los datos salientes del país andino, destacándose la reciente inauguración de la Ciudad del Conocimiento Yachay, la primera de ese estilo en el continente.
Si la denominada izquierda radical, viera efectivamente que la explotación de los recursos naturales no resulta coincidente con el desarrollo ecuatoriano, sin lugar a dudas estaría en lo correcto llamando a la movilización. Pero la realidad muestra que existe un movimiento importante en la base misma de la sociedad, que debiera encontrar canales de participación unitarios. Instrumentos que les permitan a los ciudadanos luchar por sus objetivos.
La contradicción en las calles. El pasado 6 de junio el denominado movimiento Yasunidos, al igual que la Red de Asambleas Territoriales de Quito llamaron a la protesta callejera y al cacerolazo. El fracaso de ambos espacios fue que además de convocar solamente a muy pocas personas, en simultáneo una imponente movilización popular llenó la Plaza de la Independencia, para decirle sí al desarrollo, a la lucha contra la pobreza y al aprovechamiento responsable de los recursos naturales. La Red de asambleas territoriales no logró reunir en Quito a más de cien caceroleros, mientras que en otras ciudades fueron algunas pocas decenas.
Bajo el lema de que son los amazónicos quienes deciden entre vivir en la miseria o con dignidad, miles de personas llegaron a la Plaza de la Independencia en Quito para entregar al Presidente Correa, aproximadamente 1.100.000 firmas que respaldan la explotación responsable de los campos ITT (Ishpingo, Tambococha y Tiputini).
Yofre Poma, líder de Sucumbíos, Carlos Viteri Gualinga, dirigente amazónico, Moi Enomenga, representante del pueblo waorani, entre otros, apoyaron la “Caminata por la Vida y el Desarrollo”. Tras ser recibidos por el Presidente Rafael Correa, éste se comprometió a no descansar hasta que la deuda social, de autoría de los pasados gobiernos neoliberales, quede saldada. Y, por tal motivo, la explotación del 1 x 1.000 del Parque Nacional Yasuní será fundamental. Según expresaba ese día el oficialista diario El Ciudadano: “El pueblo y su clamor retumbó en Quito, mientras que el ‘cacerolazo’ ni siquiera se constituyó en un ligero zumbido para las familias capitalinas que a esa hora ya estaban descansando para, al día siguiente, seguir luchando por un Ecuador próspero”.
Con todas sus contradicciones, en Ecuador prosigue una de las más interesantes experiencias de cambio social de la región.


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