El 3 de abril por la noche
Lenin llegaba a Petrogrado, para participar al día siguiente de la asamblea de
un partido ya dividido entre bolcheviques y mencheviques. Allí con suma
humildad iría a presentar un informe denominado Las tareas del proletariado en la revolución actual, que resulta
más conocido como las Tesis de Abril.
Decimos con humildad ya que en la introducción, el autor aclara que lo
hacía como “es natural (…) sólo en
nombre propio y con las consiguientes reservas, debidas a mi insuficiente
preparación” destacando luego que “Lo único que podía hacer para facilitarme la
labor -y facilitársela también a los opositores de buena fe- era preparar unas
tesis por escrito. Las leí y entregué el texto al camarada Tsereteli. Las leí
muy despacio y por dos veces: primero en la reunión de bolcheviques y después
en la de bolcheviques y mencheviques”
Las 10 tesis se convertirían
no en lo inmediato, pero sí en un plazo racional, en el programa de acción que
llevaría a un Octubre triunfante. Es de destacar que entre las tareas
enumeradas, hay algunas que corresponden al conjunto de los trabajadores, y
otras que son propias del partido. Lenin diferenciaba muy bien que existen
políticas de masas, es decir que se realizan en frentes, y tareas específicas
de los cuadros partidarios. Esta diferencia resulta sustancial para entender
que una revolución no es el resultado del voluntarismo de una minoría
iluminada, sino de la acción que los cuadros puedan desarrollar en organismos
de masas ya existentes, en los cuales se asientan las necesidades del cambio
social, y en la Rusia
de aquellos años esos organismos eran los soviets o consejos de obreros,
soldados y campesinos, que venían desarrollándose embrionariamente ya desde
1905, y en los cuales Lenin pudo ver la base concreta de un nuevo poder, y en los
cuales el partido debía sentar la posibilidad de la ruptura revolucionaria.
Cuando toda la Internacional
socialista, en 1914 sucumbió ante la primera gran guerra, y se plegó a ella
proclamando el “defensismo revolucionario”, es decir afirmando que los
trabajadores debían engrosar las filas de los ejércitos nacionales para
defender a sus respectivos países, fue Lenin quien pudo avizorar que la guerra
era una crisis que sentaba otra posibilidad: la de la revolución. La guerra era
el enfrentamiento entre clases dominantes, en beneficio de ellas mismas,
llevando al campo de batalla a los sectores populares. Apoyar la guerra era
favorecer a los enemigos, ya sean nacionales o extranjeros, sin percatarse que
las condiciones bélicas, les generaban a éstos una debilidad que debía ser
aprovechada por los obreros y demás clases postergadas, para insertar en esa
brecha un puntal de liberación. La soledad de Lenin con respecto a su crítica
del defensismo revolucionario, fue asombrosa. La primera tesis hace referencia
justamente a no conceder ni tolerar la más insignificante concesión al
defensismo revolucionario, ya que el gobierno provisional iniciado en febrero
seguía esta política.
La intención no es reseñar
las tesis, sino subrayar algunos de los puntos que para el que escribe resultan
salientes, ya sea por su contenido de ruptura o como respuestas a ciertas
vulgarizaciones que se hicieron y se hacen del pensamiento revolucionario
marxista. Lo saludable sería leerlas o releerlas.
Si bien los acontecimientos
de febrero, no son la panacea, son el primer paso para dar otra vuelta
de tuerca, sin el cual ésta última resulta inverosímil. Y si la etapa
inicial fue de esa forma es porque las fuerzas proletarias no tenían ni las
condiciones de conciencia ni organización para establecer un rumbo diferente.
Las fuerzas motrices estaban en los soviets, pero ahí los cuadros bolcheviques
eran una minoría reducida. Resultaba así una ecuación a revertir, pero para eso
la organización política debía realizar cambios sustanciales para estar a la
altura de las circunstancias.
La nueva institucionalidad
surgida en febrero convivía con una contradicción a resolver, por un lado el
poder de la burguesía expresado en un régimen parlamentario, y por otro un
poder de los soviets aún ambiguo, en tanto sus direcciones los
instrumentalizaban en función del régimen. La tarea de los bolcheviques
consistía entonces en demostrarles a las masas organizadas en los soviets, que
ellas mismas desde esos sitios debían constituirse en un nuevo Estado. No una
república democrática que incluya a los soviets sino una república soviética.
Para esto los bolcheviques debían ser mayoría, y ayudar a las masas sobre la
base de sus propias experiencias a corregir sus errores. Una concepción muy
diferente a la de los que sólo bajan línea desde arriba de un caballo, sin
reflexionar junto al resto de los trabajadores ni compartir las mismas
experiencias.
Octubre fue el pasaje al
poder de los soviets, tras varios meses de preparación, y es de destacar que el
lanzamiento de la insurrección no lo hizo el partido, sino el soviet de
Petrogrado.
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