Una sociedad que no encuentre sus formas de reproducción, inevitablemente se caería a pedazos. Si ella se mantiene de manera sumamente firme, es porque entre generaciones se conserva la cadena de mando, y la reproducción se realiza en piloto automático.
En los años sesenta setenta, algunos sostenían el concepto de “lucha generacional”, y esto se debía principalmente a que la juventud de entonces se revelaba ante los valores constituidos, y a la vez personificados en los mayores, incluidos los propios padres. En este sentido esta cultura emergió como oponiéndose a la perpetuación infinita de la cadena de mando. En esta frase quisiera sintetizar un sentir tal vez bastante generalizado de los que fuimos adolescentes en aquella época:
“Todo el mundo hace lo mismo, todos se satisfacen con lo mismo, todos creen que son felices de esa forma, pero a mi no me engañan, ya que su bienestar es una tremenda hipocresía, y como mis padres quieren que yo sea de esa forma me les revelo y comienzo a construir mi propio camino".
En verdad el concepto de lucha generacional, no era correcto, o en todo caso habría que afirmar que la cuestión generacional era secundaria, ya que lo principal era la confrontación ideológico cultural, que si bien se expresaba en los jóvenes, no podemos decir que fuera solamente patrimonio de ellos. Lo que se cuestionaba no era a los que tenían más edad, sino a un patrón cultural que en su mayoría era encarnado por los de más años, aunque hubiera entre ellos una minoría que fuera la fuente de inspiración de los que en ese entonces éramos jóvenes.
Con lo dicho, quiero afirmar que no hay rebeliones juveniles, ni recambios generacionales donde los jóvenes por sí mismos los puedan llevar adelante, pero también afirmar que no cualquier referencia de personas mayores les permite a los de menos edad, poder hacerlo. Hoy es un lugar común en la militancia nacional y popular hablar y plantear tanto la integración de los jóvenes como el recambio generacional, pero muchas veces estos planteos reproducen incorrectamente el modelo de “lucha generacional”, como si todo el que fuera mayor debiera ser excluido de una nueva construcción, y afirmando implícitamente que cualquier joven puede ser parte de esa formación. Alineamientos políticos como el PRO desmienten este diagnóstico, pero principalmente lo desmiente, el hecho que fuera alguien como Néstor Kirchner, considerado por una masa importante de jóvenes como un adulto rebelde quien fuera su fuente de inspiración, y que a la vez los incitara a militar activamente.
En uno de sus últimos discursos Cristina se propuso ella misma, como el puente donde se pueda articular el recambio generacional. Este planteo no implica que los sectores juveniles no tengan sus ámbitos propios, ni dejar de tener poder de decisión, ni autonomía de acción, sino principalmente afirmar que hoy el proyecto nacional y popular tiene una conducción estratégica, y que si bien ésta necesita contar con un fuerte conglomerado juvenil, para combatir lo viejo de la política y para asegurar el futuro, todo aquello que se plantee solamente la lucha generacional, implícitamente está renegando de las verdaderas conducciones. Pero lo importante a señalar es que la mayoría de los espacios juveniles hoy comprenden el verdadero desafío, y encuentran una fuente de inspiración en aquella juventud de los setenta, que a pesar del correr de los años, nunca bajaron las banderas, y como dijera Néstor Kirchner al asumir su presidencia, no dejando las convicciones en las puertas de la Casa Rosada.
Es por esto que suena hipócrita cuando algunos se proponen armados políticos exclusivamente juveniles, pero que tal vez en la oscuridad mantengan a viejos gurúes que precisamente en los años setenta no fueran para nada rebeldes.
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