2025/11/03

Barrer sin sustituir: Tao, masas e inconsciente

Este trabajo propone un entrelazamiento conceptual entre el pensamiento de Mao Tse-tung, el Tao Te Ching y el psicoanálisis freudiano-lacaniano. A partir de la célebre imagen maoísta de la escoba —metáfora del trabajo paciente y no sustitucionista del Partido en el seno de las masas— se explora una sintaxis compartida entre tres registros: la lógica taoísta del wu wei, la política maoísta de la línea de masas y la clínica del inconsciente como acontecimiento transferencial. La fórmula maoísta de '1 se divide en 2' se propone como matema topológico capaz de resonar con la idea taoísta de la co-emergencia de los contrarios y con la operación analítica de desarmar lo condensado. El texto busca así recuperar, sin nostalgia, la potencia conceptual de una constelación histórica —la de los años sesenta y setenta— y reactivarla como herramienta de lectura crítica contemporánea. 

 Barrer sin sustituir: Tao, masas e inconsciente 

 Este trabajo se enmarca en una serie de reflexiones que articulan pensamiento político, filosofía y psicoanálisis. A partir de la lectura del capítulo 2 del *Tao Te Ching*, particularmente en sus puntos 5 y 6, se plantea una línea de continuidad entre tres lógicas: la del Tao, la del maoísmo y la del inconsciente freudiano-lacaniano. 

 En el *Tao Te Ching* se afirma: “El sabio adopta la actitud de no-obrar y practica sin palabras. Todas las cosas aparecen sin su intervención”. El *wu wei* no es pasividad: es una forma de actuar sin violentar la lógica del devenir. El sabio no se sitúa fuera del flujo, sino que habita su curvatura. 

 Este gesto taoísta resuena con la estrategia política maoísta. Mao rechaza el sustitucionismo: el Partido no debe situarse como vanguardia externa, sino inscribirse en el movimiento real de las masas. “El Partido es como el pez en el agua”. Su acción debe plegarse al ritmo propio del proceso histórico. Esa postura estratégica alcanza una formulación poética en 1945, cuando Mao, en su informe *“La situación y nuestra política después de la victoria en la Guerra de resistencia contra el Japón”*, pronuncia una frase que condensa toda su concepción política: > “Escoba en mano, tienes que aprender a barrer; no te quedes en la cama soñando con que se levantará una ráfaga y barrerá todo el polvo. Nosotros los marxistas somos realistas revolucionarios y nunca nos entregamos a sueños ociosos. Hay un viejo dicho en China: ‘Levántate al alba y barre el patio’. El alba es el nacimiento de un nuevo día. Nuestros antepasados nos decían que nos levantáramos y barriéramos apenas apuntara el día. Nos señalaron una tarea. Sólo pensando y actuando de este modo sacaremos provecho y tendremos en qué ocupamos. China posee un vasto territorio, y es asunto nuestro limpiarlo con la escoba, pulgada a pulgada.” La escoba es el Partido; el polvo, la sedimentación ideológica; barrer es el trabajo paciente, diario, molecular, que transforma el sentido común **desde adentro**, sin imponerle una forma externa. Esta imagen se aproxima a la lógica taoísta: el sabio no fuerza, no sustituye, **acompaña el movimiento real**. Del mismo modo, Mao plantea una política no exterior a las masas, sino inmersa en ellas. La fórmula maoísta *“1 se divide en 2”* es más que una expresión dialéctica: señala que el devenir histórico **no se resuelve en una síntesis final**, sino que se mantiene vivo en su tensión. Barrer no es clausurar, es **mantener la contradicción activa**. Aquí emerge la afinidad con el psicoanálisis: el inconsciente **condensa** (2 en 1) mediante metáforas y desplazamientos; el análisis **desarma** (1 en 2) esa condensación, desplegando los hilos de la cadena significante. El sueño manifiesto es a la vez efecto y velo: la interpretación, como la escoba maoísta, opera desde dentro del campo simbólico. El inconsciente no es interioridad. Acontece en la relación transferencial, del mismo modo que el Partido no debe situarse como aparato externo a las masas. La intervención analítica —como la estrategia maoísta o el gesto taoísta— no fuerza, no sustituye, no dicta: **se inscribe en la lógica inmanente del proceso**. Lacan define lo real como “eso que no cesa de no escribirse”. Mao habla de la contradicción que “no cesa de dividirse en dos”. Lao Tsé habla de ser y no-ser engendrándose mutuamente. En los tres registros hay un mismo núcleo estructural: un real que no se deja fijar, un devenir que no admite síntesis, una acción que sólo puede bordear. *1 en 2* se propone aquí como matema topológico que permite pensar la política, la clínica y la ontología desde una misma gramática formal. No como consigna, ni como teoría cerrada, sino como **trazo mínimo** que bordea lo innombrable. La poética maoísta de la escoba devuelve a la política su espesor artesanal: barrer no es conquistar, es trabajar sobre lo que hay, con tenacidad y precisión. Y esa misma poética atraviesa, en distintos planos, al Tao y al psicoanálisis. Lo que une a estas lógicas no es una ideología común, sino **una misma forma de habitar el proceso**. Este texto busca recuperar esa sintaxis —viva en los años sesenta y setenta, entre maoísmo, lacanismo y pensamiento no occidental— no como reliquia, sino como herramienta conceptual activa para leer el presente.

La estrategia del carbono (seis escenas sobre una política sin sujeto)

 


La estrategia del carbono

(seis escenas sobre una política sin sujeto)

Introducción

Antes del pensamiento, la vida ya decidía.
Cada organismo, cada tejido, cada bosque, actúa dentro de una red de ajustes y compensaciones que no necesita conciencia.
A esa inteligencia anónima, que sostiene la continuidad de lo vivo, podemos llamarla estrategia del carbono.

No es una metáfora: es la forma en que la materia orgánica se organiza para persistir.
La etología la muestra en la conducta colectiva de los animales;
la botánica, en los sistemas cooperativos de las plantas;
y la experiencia humana, en los reflejos solidarios que aparecen cuando el orden se quiebra.

Una política sin sujeto está en todas partes:
en la redistribución de nutrientes bajo un bosque,
en la mutación bacteriana,
en el instinto que mueve a los cuerpos a cuidarse entre sí.
Comprender esa política no significa volver a la naturaleza,
sino reconocer que toda organización consciente depende de un fondo biológico que nunca deja de obrar.
Las escenas que siguen muestran cómo, una y otra vez, el carbono inventa modos de seguir viviendo.


1. La colmena huérfana

Cuando muere la reina, el enjambre se agita durante unas horas.
Luego, sin orden ni jerarquía, unas pocas obreras eligen una larva y comienzan a alimentarla con jalea real.
De ese gesto espontáneo nacerá una nueva soberana.
Nadie lo decide: el carbono reescribe su guion.


2. El bosque subterráneo

Bajo el suelo de un bosque templado, raíces y hongos entretejen una red inmensa.
Los árboles viejos envían azúcares a los jóvenes debilitados,
los sanos regulan el flujo químico de los enfermos.
El bosque no compite: redistribuye.
La materia ensaya su política secreta.


3. Las bacterias en guerra

Frente a un antibiótico, la mayoría muere.
Pero unas pocas mutan, intercambian fragmentos de ADN, y sobreviven.
Luego transmiten esa resistencia a toda la población.
No hay conciencia, solo memoria molecular.
El carbono aprende, una y otra vez, a no rendirse.


4. El coral que se blanquea

Cuando la temperatura del mar sube, los corales expulsan sus algas simbióticas.
Parecen morir, pero en realidad están tratando de sobrevivir,
esperando que el calor baje para volver a recibirlas.
Una alianza rota, pero no perdida: el instinto del equilibrio persiste.


5. El barrio sin luz

Un apagón en verano.
Alguien ofrece su heladera, otro agua, otro su casa para cargar los celulares.
En la penumbra surge una red invisible de ayuda,
un reflejo biológico que se disfraza de solidaridad.
La cultura repite, en su idioma, la estrategia del carbono.


6. La semilla en el asfalto

Entre dos baldosas rotas crece un brote.
No hay tierra, apenas polvo y humedad.
Pero el carbono no necesita promesas:
le basta un resquicio para volver a empezar.


Cierre

En cada una de estas escenas, lo que actúa no es la voluntad, sino la memoria material de la vida.
Una política sin sujeto, anterior a toda ideología, sostiene la posibilidad misma de lo humano.
Tal vez comprenderla sea la única forma de seguir perteneciendo al mundo que nos dio origen.