Las iniciativas para la pospandemia no
deberían servir solamente para retornar a cierta “normalidad”. Podrían ser la
oportunidad para intentar abrir un camino que apunte a resolver los problemas
de desigualdad que desde hace más de 200 años venimos acarreando.
La propagación del Covid-19 está
afectando la economía mundial. Aún no se puede hablar de una crisis, pero no
son pocos los economistas que la prevén como inevitable. Si la de 2007-2008 fue
una crisis sistémica originada en el sistema financiero, la que viene se
sostiene en una desaceleración creciente de la economía mundial. Tiene más que
ver con un freno en la producción, lo que trae aparejada una pauperización de
los sectores populares a partir de la caída de salarios y empleo, al igual que
un severo impasse en las ganancias de los sectores más concentrados.
Las grandes crisis pasadas fueron en la mayoría de
los casos, la oportunidad para que los más poderosos recompusieran sus
privilegios en detrimento de las mayorías, ordenando a su vez un nuevo contrato
social que convalidaba ese equilibrio social emergente. Como después de una
crisis no habrá para todos, igual que antes, cualquier salida se dará inserta
en un nudo de conflictos. En tanto no se puede ser neutral en ello, nos
importan en primer lugar los intereses de los trabajadores y los diversos
sectores populares.
En la Argentina ante el nivel creciente de
pauperización podemos constatar que el gobierno viene desarrollando diferentes
planes de ayuda social. Desde los planes IFE a subsidios a empresas tanto para
preservarlas como para que puedan hacer efectivo el pago de salarios. La
pandemia llegó al país, por suerte, bajo una gestión gubernamental no atada a
los dogmas neoliberales imperantes en grandes porciones del planeta. Esto si
bien representa un cierto aliciente no implica que sea la resolución a los
problemas que se están generando y que se harán mucho más explícitos cuando
finalicen las medidas de prevención sanitaria.
Nuestro país está atado a cumplir con una
exorbitante deuda externa que para el perfil gobernante es de gran importancia
resolver. Imponer impuestos a las grandes fortunas locales como llevar adelante
la expropiación de Vicentín, una empresa sospechada de delincuencia económica;
no son tareas que resulten tan fáciles de llevar adelante. La relación de
fuerzas es si se quiere, desfavorable.
Para prever futuros posibles es importante
considerar determinados elementos de la sociedad que ya tienen un cierto
anclaje, tanto organizativo como experimental. En la Argentina existe una gran tradición
de lucha y organización tanto de los trabajadores como de los diferentes
movimientos populares. Esto dio pie a variadas respuestas autogestivas. A su
vez estamos insertos en un gran territorio con una muy marcada desigualdad en
cuanto a densidad poblacional que desnuda una estructura agraria sumamente
injusta.
La
autogestión
No necesariamente debe ser un postulado de las
izquierdas promover que los trabajadores tomen en sus manos la resolución de
sus problemas. Juan Domingo Perón en sus 20 verdades decía que “Sólo el pueblo
salvará al pueblo”. Esto sucede –además- al margen de los
posicionamientos políticos.
Para finales de los 90 cuando todo indicaba que el
ajuste menemista y luego radical, estaba tocando fondo, muchos empresarios
fundían sus empresas para ganar de otro modo. Surgió entonces un fenómeno
bastante singular, los trabajadores se hacían cargo de las fábricas quebradas y
las ponían a producir. Volteaban por un lado la hipocresía empresaria y además
se aseguraban no quedar en la calle. Este modelo surgido en el país se extendió
por diferentes lugares del mundo. Vale señalar que en Grecia ante las recientes
crisis hubo experiencias que reivindicaban el modelo argentino.
La desarticulación de la clase trabajadora
argentina allá por los 90, provocó que grandes sectores de desempleados
construyeran imponentes organizaciones sociales. Esto sirvió para que se
pusieran en marcha diferentes economías de sustento, que luego se llamaría
economía social.
También tuvo gran importancia, de manera más
reciente, el desarrollo de diversas organizaciones cooperativistas que se
agruparon creando centrales que las sacaban del aislamiento y las conectaban
con otras experiencias. Vale en tal sentido nombrar a organizaciones como la
Cnct (Central nacional de cooperativas de trabajo) que nuclea empresas
recuperadas y cooperativas de trabajo, como a la Ctep (Confederación de
trabajadores de la economía popular).
David
con cabeza de Goliat
Nuestro país es un monstruo con cabeza gigante y un
cuerpo diminuto extendido a lo largo de un extenso territorio. Esto no se debe
a que tenemos la libertad de elegir en qué lugar vivir y todos elijamos el
mismo. Se debe a una distribución muy desigual en la relación campo- ciudad que
obedece a una estructura territorial que nació con extensos latifundios. Es la
propiedad de la tierra quien creó a ese monstruo. No es una originalidad
argentina. Está presente en todas las naciones latinoamericanas.
No son pocos los referentes de movimientos sociales
-surgidos en las últimas décadas- que alguna vez plantearon que, en nuestro
país, se debía dar un fenómeno similar al que llevó adelante el Movimiento de
los Sin Tierra en Brasil. A partir de un trabajo de base en asentamientos que
rodean a las grandes ciudades, el MST promovió, allá por los 80, organizaciones
que abandonaron el hacinamiento y la pobreza extrema, saliendo a buscar tierras
improductivas para llevar adelante granjas colectivas y una vida mucho más
digna. Una racionalización de la estructura productiva y territorial, una
terapia sobre la anatomía del monstruo de cabeza gigante.
Cuando se percibe que la pandemia del Covid-19
afecta principalmente a la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense
concentrando la tasa más significativa de contagios del país, también se pone
sobre la mesa esa estructura marcada por lo desigual.
Las iniciativas para la pospandemia no deben servir
solamente para retornar a cierta normalidad. Debieran ser la oportunidad para
intentar abrir un camino que permita resolver esos problemas que desde hace más
de 200 años venimos acarreando.
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