(para
La Tecl@ Eñe)
El pasado 13 de abril, la ex presidenta Cristina Fernández de
Kirchner -en ocasión de la citación judicial que le hiciera el juez
federal Claudio Bonadío- brindó su primer discurso público, tras haber
concluido en diciembre de 2015 su mandato presidencial. Una inmensa masa de
seguidores aguardaban por sus palabras, mucho más teniendo en cuenta que las
políticas que fue llevando a cabo el presidente Mauricio Macri en escaso tiempo
fueron carcomiendo muchas de las políticas inclusivas que el kirchnerismo desarrolló
durante 12 años. Las principales expectativas de los que acudieron a la cita,
pasaban por saber qué indicaciones daría la ex mandataria a los diferentes
interrogantes que se plantean hoy los militantes, en una situación que resulta
crítica y compleja. Cuál es el quehacer hoy. Fue allí donde la indiscutida
líder de la fuerza que sostuvo al gobierno saliente, planteó la necesidad de
conformar un Frente Ciudadano. Decir indiscutida líder pondría entre
signos de interrogación algunas apreciaciones como las que señalan que el
gobierno que concluyó en diciembre fue del peronismo. Suponer eso, invitaría a
que dirigentes de ese signo, aunque diferenciados de Cristina, reclamen hoy el
liderazgo de dicho movimiento culpándola por la derrota electoral. Si se tratara
de una fuerza ya existente, no habría necesidad de construir una nueva, a menos
que se suponga que la anterior -como estructura-, es la causa principal del
retroceso.
La propuesta de conformar un frente ciudadano interpela de una u
otra forma a todos aquellos que desde hace varias décadas venimos sosteniendo
la necesidad de una fuerza política alternativa de masas. Cuando se
señala que “de una u otra forma” es porque notas como las de Eduardo Grüner (“Contrapropuesta: Por un Frente
No-Ciudadano”) o de Daniel Cecchini (“El dilema del Frente: Entre el
aparataje y la construcción de sujetos políticos”)
publicadas por La
Tecl@ Eñe, son expresión de los diferentes matices en juego. De
igual forma, la convocatoria que están realizando para el 4 de junio en Plaza
Houssay diferentes intelectuales como también los intentos incipientes que
vienen llevando adelante el intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi, el ex
jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra y el sindicalista y diputado Edgardo De
Petris.
La preocupación por la construcción de una fuerza alternativa
-desde los años ’70- resulta una problemática que incluye a diferentes
izquierdas al igual que a amplios sectores del peronismo. Con el
afianzamiento del kirchnerismo, parecía -para algunos- que esa ecuación estaba
cerrada, pero eso no fue así. Por esta misma razón la propuesta de frente ciudadano
hoy reactualiza infinidad de debates anteriores, no solamente para aquellos que
se proponen construirlo, sino también para otros sectores del campo popular y
la izquierda, que son receptivos a debatir y/o cuestionar el armado político de
lo que ellos consideran (no de forma explícita) como parte de la competencia.
Pero también para sectores de la izquierda popular que si bien tienen una
mirada similar en cuanto a lo que ocurre en el continente, no coinciden en
absoluto con las viejas prácticas de las burocracias políticas.
Si bien quien escribe no es peronista, coincide con los planteos
realizados en los años ’70 por intelectuales como los de la revista Pasado y
Presente, en cuanto a que en la Argentina la constitución de una alternativa
política socialista, siempre estará condicionada por la existencia de una
realidad “rebelde” que consiste en la adhesión de las grandes masas populares -
principalmente los trabajadores-, al peronismo. Si bien la realidad argentina
de 1973 era muy diferente a la de hoy, esa matriz se mantuvo por demasiado
tiempo. Habría que precisar que parte de lo nuevo, tuvo que ver principalmente
con la fuerte crisis de representatividad expresada por los sectores populares
en 2001 bajo el eslogan “Qué se vayan todos”, que dio por tierra con la
legitimidad de las diferentes burocracias políticas argentinas, incluidos el
Partido Justicialista y la centenaria UCR. También habría que concluir que en
el actual régimen político priman los aparatos, en tanto no es fácil que una
fuerza ciudadana pueda participar del juego de la democracia en condiciones
igualitarias a las de las viejas estructuras partidarias. Esta lógica se
reproduce inclusive en internas partidarias. En ese plano los viejos partidos
sobreviven a su muerte.
El consignismo abstracto
La preocupación señalada anteriormente de conformar una fuerza
política alternativa no sólo chocó con la existencia del peronismo (tanto como
movimiento y/o estructura) sino que además, en incontables ocasiones,
pecó de haber propuesto como consigna algo no realizable. En la tradición de
izquierda existen formas diferentes en cuanto a la formulación de las
consignas. Algunas tradiciones como la del trotskismo, creen que formulando
ciertos postulados -aunque inalcanzables-, eso ayuda a las masas a generar conciencia.
En general, esa clase de consignas más que dirigidas hacia su propia base,
están direccionadas hacia las organizaciones a las que ellos les disputan la
misma base. “Qué la CGT haga un paro general indeterminado hasta que caiga el
gobierno”, “Qué las diferentes centrales sindicales se constituyan en un
partido de trabajadores”. En verdad, son expresión de lo que podría
llamarse un partido docente. Lenin, en cambio, era rotundo: “Cada consigna debe
derivar siempre del conjunto de peculiaridades que forman una determinada
situación política” señalaba en A Propósito de las consignas (1917), o “La fraseología
revolucionaria es la repetición de las consignas revolucionarias sin tener en
cuenta las circunstancias objetivas que se dan en un cambio concreto de los
acontecimientos, en un estado de cosas determinado. Consignas magníficas,
atrayentes y embriagadoras, pero desprovistas de base: ésa es la esencia de la
fraseología revolucionaria”, indicaba en 1918. Además, una consigna en un
momento válida, en otro puede convertirse en desacertada.
No caben dudas de que los trabajadores debieran ser el eje central
en la construcción de una nueva fuerza política, pero en la actualidad ello se
encuentra condicionado tanto por las conducciones sindicales existentes, como
por las débiles inserciones clasistas en puestos laborales, no pertenecientes a
la esfera pública. También teniendo en cuenta que grandes sectores proletarios
hoy ni siquiera se sienten parte de una clase, que a partir de los 90 comenzó a
ser diezmada, aunque imposible de desaparecer. Proponer una fuerza implica
caracterizar correctamente las relaciones de fuerza actuales, y tener en cuenta
el grado real de acumulación política de los sectores populares.
De todas formas la propuesta realizada por la ex presidenta sobre
el frente ciudadano, parecía más centrada en un movimiento amplio que sirva
como muralla para que no se escapen los diferentes logros alcanzados en 12
años. Un movimiento que haga del Congreso una caja de resonancia de sus demandas,
y que por ende las inscriba en la institucionalidad vigente.
Pretender que el frente ciudadano se convierta en una alternativa
política que exceda al kirchnerismo, y por ende también al Partido
Justicialista, hoy resulta algo lejano; por muchas de las razones explicitadas
más arriba.
La construcción de una alternativa política liberadora, y que
enfrente al macrismo, es sin lugar a dudas imprescindible y no se puede esperar
a que se conforme nada más que en la resistencia. La experiencia precedente,
principalmente la referida a la experimentada por los diferentes movimientos
populares en la década del 90, y que tuvieran como punto álgido las jornadas
del 19 y 20 de diciembre de 2001, indican que es necesaria la existencia de una
alternativa ya presente en las luchas, que pueda encauzar todo ese flujo, sin
caer en expresiones de “política negativa” (Gramsci) como el “Qué se vayan
todos”, y que se pueda proponer una nueva sociedad más justa e igualitaria.
Berisso, 1 de junio de 2016
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