El dogmático está
imbuido de lo general, y quita de encima las particularidades. Mira hacia ese
horizonte que las construcciones edilicias ya no le permiten ver, y en el eclipse
de una mirada que no puede extenderse en el espacio, encuentra su destino. En
ese sitio inexistente se sitúa el concepto. Entre medio de los dos, en el
recorrido de la mirada, todo es despreciable para la comprensión de lo que se afirma
discursivamente. Ese lugar despreciado es ocupado por otra cosa. El vacío
siempre tiene efecto de embudo, siempre atrae lo que necesita encontrar un
sitio para poder ser. Tal vez pueda mirar el horizonte en el mar, pero éste ya estará
convertido en fetiche. Tampoco importa demasiado lo que haya entre medio de ese
horizonte y el lugar desde donde se lo ve. La mirada hacia el horizonte del mar
o el desierto, es como mirar las estrellas. Entre medio habrá incesantes
repeticiones espaciales invisibles o de ínfima importancia. Aunque algunas
veces puedan aparecer elementos en el trayecto. Siempre serán de gran atención,
porque rompen con la ilusión del vacío.
Siempre se trata
de lo mismo, la dificultad de articular la interrelación entre lo particular y
lo general. Una dialéctica difícil, si de lo que habla lo general no es
precisamente el sentido común. La cotidianeidad para éste último ya está
englobada, vive ahí. Por esta razón dejarla de lado significa regalársela,
entregársela en bandeja.
Pero para el
dogmático no importa la cotidianeidad. Al menos no la tiene en la agenda de los
observables. Todo lo que deviene de ella, tiene el mismo valor que el que le
daba Platón al mundo sensible. De esta forma lo palpable queda fuera del plano
conceptual y por ende queda capturado por la ideología dominante. De esta forma
es posible que un dogmático lleve una vida del estilo propio a lo que supuestamente
combate. Porque en verdad eso no cuenta.
El dogmatismo es reduccionista, y supone que
la inmensa variedad de elementos materiales existentes, pueden alinearse o
realinearse a partir de una simple acción mecánica. Lo real es una totalidad en
la cual es posible encontrar espacios en los cuales existen desarrollos
relativamente autónomos. Por esta razón es que existen diferentes campos
científicos y la interrelación entre ellos nunca resulta simple.
El dogmático en
su fuero interno sabe que lo que sostiene no se condice con lo que vive, pero
se aferra obsesivamente a ello como el teísta. El dogmatismo antistémico es en
verdad una herencia del sentido común, debiera ser una escansión, un momento
hacia otro abordaje de lo real. Pero si eso es lo que debiera ser, nada
demuestra que eso ocurra, ya que como tal tiene un lugar privilegiado. Es
necesario para la reproducción de lo existente. Sirve para privarse de conocer una parte de lo real, y hacer de ese desconocimiento un lugar incierto.
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