2013/09/15

Una postal platense del golpe de 1955 contra Perón

Historia. Por entonces, la ciudad de La Plata se llamaba Eva Perón. Sus vecinos asistían azorados, como el país entero, al quiebre institucional. Una crónica de aquel momento y su tratamiento mediático.
El diario de la ciudad Eva Perón El Día, del 17 de septiembre de 1955, donde se anuncia la huida de los líderes golpistas.//Destrucción. Panorámica del barrio campamento, de Ensenada.//Bombardeo. Una casa derruida donde puede verse un retrato de Perón.//Fuegos. Grupo de bomberos de Ensenada asistiendo una de las tantas emergencias producto de los golpistas.//Traslado de tropas. Soldados leales al gobierno.

Aquel 16 de septiembre de 1955 había estallado en Córdoba el complot militar y de los comandos civiles que tenía como objetivo derrocar al presidente Juan Domingo Perón. Además del foco mediterráneo, otros epicentros de la insurgencia golpista fueron Bahía Blanca, Curuzú Cuatiá, y la región de la capital de la provincia de Buenos Aires. Por aquel entonces, las localidades obreras y ribereñas de Ensenada y Berisso eran parte del partido de La Plata. La sección platense de la Infantería de Marina se insurreccionó aquel 16 en la zona aledaña al puerto, más precisamente del lado de Ensenada, estableciendo su retaguardia en la ribera del Río Santiago, frente a la Base y la Escuela Naval, desde donde se orientaba el operativo bajo el mando del almirante Isaac Rojas.
Hacía tres meses justo que el país estaba agitado, y nadie olvidaba la masacre de Plaza de Mayo donde por causa de los bombardeos de la Aviación Naval cayeron muertos casi medio millar de civiles. Esos recuerdos de junio estaban bien frescos en la población cuando en septiembre nuevamente se volvieron a escuchar estampidos de metralla y aviones amenazantes.
Desde muy temprano se veían por las calles de la por entonces Ciudad Eva Perón movimientos de tropas del Ejército y de la Policía en las inmediaciones de la Casa de Gobierno, en la sede del Comando de la Segunda División, y en el Departamento de Policía, ubicado frente al bosque platense.
Desde las azoteas del Comando podía verse el emplazamiento de ametralladoras, mientras que alrededor del Departamento de Policía una cantidad importante de centinelas desviaba el tránsito de las calles aledañas, no permitiendo el paso de automóviles particulares. La presencia del gobernador Aloe, a las 8 de la mañana, en la sede policial, era un indicio claro de que las alarmas estaban sonando.
Los diarios de la época subrayaban la presencia en la zona portuaria de abundante personal de la Prefectura Nacional Marítima, los cuales, provistos de armas largas, realizaban tareas de vigilancia. Desde muy temprano fueron interrumpidos los caminos que unen La Plata con Berisso y Ensenada. A la altura de 43 y 126, al igual que en 60 y 128, se habían instalado fuertes retenes policiales que prohibían el tránsito hacia la zona ribereña.
Poco después de las 8, la alarma general se hizo sentir y muchos padres se acercaron a las escuelas y colegios secundarios para retirar a sus hijos. A lo largo de la mañana reinaba en la ciudad de las diagonales una espasmódica tranquilidad, y fue así que muchos comercios reabrieron sus puertas. Pasado el mediodía, otro hecho anómalo fue que cerraran los bancos locales, e incluso la agencia del Banco Provincia que funcionaba en los Tribunales, sitio que permaneció casi desierto a pesar de que en algunas secretarías se siguieran cumpliendo funciones. La delegación regional de la CGT dispuso un paro de actividades a partir de las 14.30, haciendo que se cerraran todos los comercios. De igual manera, se dispuso el envío a sus hogares de todo el personal administrativo de las distintas dependencias estatales, incluidos los trabajadores de los Tribunales.
Hoy es posible saber que el mayor desplazamiento de fuerzas en el casco urbano platense estaba dado por tropas del Ejército que custodiaban el Comando de la Segunda División y la retaguardia de la Casa de Gobierno por calle 5, así como también los cordones policiales que cercaban el Departamento Central de esta fuerza, mientras que yendo hacia la periferia también la Policía realizaba retenes impidiendo el paso tanto a Ensenada como a Berisso.
Pasado el mediodía, lo que sucedía en estas localidades ribereñas era toda una incógnita, y fue así que los diarios de la época, al día siguiente, pudieron publicar solamente algunas impresiones de aquello. El matutino La Nación decía: “En el sector de la ciudad que mira hacia el Río de la Plata, o sea hacia el nordeste, se sintieron en forma espaciada algunos estampidos lejanos, dando apoyo a versiones sobre un posible ataque a las dependencias de la Base Naval, ya fuese por tierra desde Ensenada, o bien desde el aire, siendo imposible desde la ciudad verificarlo, al estar bloqueados a los civiles los caminos de acceso a esa zona. Se ratificó enseguida la impresión de lo que estaba ocurriendo allí, al ordenarse la evacuación de las dependencias de la destilería fiscal de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, donde quedó solamente el personal de guardia para la atención de los mecanismos de las plantas que continuaron funcionando. En Ensenada y Berisso –donde vive algo más de un 60% de las familias del personal de la destilería– la alarma se hizo intensa, comenzando la evacuación también de la población civil, que en buena parte se desplazaba a pie. Hacia las 14, el cañoneo se hizo sostenido y volvió a sentirse desde esta ciudad. La alarma se hizo intensa. A las 15.30 volvieron a sentirse con nitidez e intensidad inequívocas fuertes estampidos, que con intermitencias prosiguieron hasta las 17”.
La primera conclusión a la que se puede arribar a través de lo expuesto es que entre las 14 y las 17 horas se produjo un serio enfrentamiento entre fuerzas que aún no era posible precisar correctamente. Pero hay un dato que ofrecen los diarios de la época que resulta significativo, y es que aproximadamente a las 15, un comando del Ejército, más precisamente del 7º de Infantería, tomó el Hospital Naval e hizo formar por cuarenta minutos en uno de sus playones al personal médico perteneciente a la Armada, mientras que a todo el personal civil se le ordenó retirarse a sus domicilios.
Desde muchas calles de la ciudad y desde la zona cercana al puerto afirman personas que vivieron aquellos sucesos que podía verse el paso de aviones que, evidentemente, efectuaban vuelos vinculados con los hechos en cuestión, e inclusive profusos disparos de cañones antiaéreos. Según informaciones recogidas por los diarios de entonces, el regimiento 7º había sido llevado a Ensenada, a luchar contra la base naval de Río Santiago. Para tal operación, detallaban, se habían empleado muchos camiones, no sólo del Ejército sino de organizaciones provinciales y ómnibus del servicio público de transporte de pasajeros. También con éstos se arrastraron cañones de campaña de aquella unidad en dirección a Ensenada.
La Nación decía: “Durante toda la tarde fueron llegando noticias confusas acerca de la situación en torno de la base naval de Río Santiago, pudiéndose sólo afirmar con certeza que hubo bombardeos aéreos por parte de aviones leales al Gobierno, intenso cañoneo y combates entre aviones”.
En las últimas horas de la tarde del 16 se pudo observar que comenzaban a llegar a la Ciudad Eva Perón, ómnibus de distinta clase trayendo familias de Ensenada, las que se distribuyeron en diversos lugares, especialmente en edificios públicos.
Lo que estaba sucediendo aquel viernes 16 en la zona de conflicto, para los medios de entonces, era una simple especulación.
A la medianoche, la CGT levantó el paro, y por la mañana los comercios de la región reabrieron sus cortinas. La población acudió principalmente a comprar comida. La afluencia a negocios de comestibles fue significativa. Tal vez se suponía que el conflicto duraría mucho tiempo más y los lugareños fueron principalmente a aprovisionarse. Los compradores allí aún conservaban la angustia que les habían causado los acontecimientos de la víspera.
Lo que se podía haber supuesto el día anterior tras la escucha del incesante cañoneo, los medios lo corroborarían al día siguiente. Una parte de la localidad de Ensenada, más precisamente el Barrio Campamento, se había convertido en un verdadero campo de batalla, donde las secuelas eran una marca ineludible para cualquier observador.
Mientras muchos pobladores de la zona ribereña retornaban a sus hogares, a la vera del camino podían verse cañones con dirección de fuego hacia Río Santiago. Estas imágenes preparaban el panorama sombrío que se iría a ver adentrándose en los barrios linderos al puerto, una verdadera postal bélica donde se podían presenciar emplazamientos de ametralladoras en cruces de calles y lugares estratégicos, tropas en posición de alerta, vidrios rotos. Todos ellos eran indicios claros de la violencia que se había desatado la víspera en aquel sitio.
A ese lugar convergieron para desarticular el intento de copamiento realizado por los infantes de la Marina, tanto el Regimiento 7º de Infantería, asentado en la ciudad de las diagonales; el 6º de Infantería, que se encontraba realizando maniobras en las inmediaciones de Magdalena, y otros llegados desde acantonamientos de Campo de Mayo portando poderosos elementos de combate. Por la mañana del 17, las tropas leales del Ejército seguían en la tarea de reducción de los focos rebeldes que aún seguían en pie. En las inmediaciones de los astilleros, algunas decenas de prisioneros aguardaban ser trasladados bajo la vigilancia de las fuerzas del orden. Efectivos de las tropas leales cruzaban el Río Santiago para avanzar sobre la base y la escuela de cadetes de la Marina, donde ya flameaban banderas blancas de rendición.
A intervalos, todavía se alzaban algunos penachos de humo en la zona donde habían sido los enfrentamientos del día anterior. Sin dudas, ése fue el lugar donde más arreciaron los enfrentamientos. Ante la llegada del Ejército, los marinos se replegaron sobre la ribera y llevaron adelante una enconada resistencia.
Si bien este combate lo ganaron las fuerzas leales, el almirante Rojas huyó y volvió a amenazar con bombardeos. El presidente Perón pocos días después abandonaría su cargo, argumentando que no había que derramar más sangre.
Periodismo y lealtades
El sábado 17 de septiembre, el diario El Día llevaba como tapa una foto del presidente Perón en el centro, mientras titulaba “Enérgica es la reacción contra esta nueva tentativa criminal”, asegurando que las fuerzas leales habían derrotado al sublevamiento revolucionario en diferentes sitios del país, incluido el de Río Santiago. El mismo matutino afirmaba en la edición de ese día que, después de la 1 de la madrugada, un comunicado oficial aseguraba que elementos del Comando del 2º Cuerpo de Ejército habían recuperado, a las 23 horas del viernes, las instalaciones de la base naval Río Santiago. Según la nota, los jefes de la revuelta habrían huido en barco hacia Uruguay, mientras que el comando de dicha base había quedado al mando del capitán de fragata Jiménez Figueroa, quien antes de hacerlo ratificó su lealtad y la de todas las fuerzas a su cargo con respecto al gobierno nacional. Es de destacar que El Díaseñalaba en un recuadro que el gobernador bonaerense Carlos Aloe, sin vacilar, “ocupó su puesto de lucha”. Según el matutino, Aloe “volvió a personificar, con el mismo relieve de otras jornadas de prueba, la íntegra lealtad al Líder de los argentinos”.
Párrafos apartes, fueron una variedad de notas e imágenes que El Día desarrolló en torno de los desastres ocurridos a partir del enfrentamiento entre bandos militares, publicando fotos muy crudas, que mostraban tanto el desplazamiento de los habitantes de la zona ribereña hacia la capital provincial, casas derruidas, traslados de tropas y edificios públicos en los cuales fueron atendidos los que sufrieran la emergencia.
“El espectáculo de las madres que se alejaban de la zona de operaciones con sus criaturas en brazos mientras las lágrimas surcaban sus rostros de expresión azorada, sumado al de los hombres que dejaban el terruño, emprendiendo la retirada con sus bártulos al hombro, llegó al corazón de todos, y nadie que haya presenciado esas escenas plenas de emoción pudo reprimir el impulso de un sentimiento solidario y contrito. Todo un pueblo evacuó el lugar de su desenvolvimiento habitual, trasladándose en masa en procura de seguridad, pero sin poder evitar notas de dolor y sufrimiento”, escribía un cronista del matutino platense.
Conocer la secuencia de los acontecimientos que se desarrollaron a partir de la insubordinación militar producida el 16 de septiembre, se torna significativo para poder realizar un balance histórico de lo sucedido. Tanto el domingo 18 como el lunes 19, El Día y El Argentino titulaban en sus tapas que el gobierno había derrotado a la insurgencia golpista, aunque los líderes de la misma se encontrasen prófugos y amenazantes. Según un titular de El Argentino, en la ciudad estaba vigente el estado de sitio, y activado el comando de represión para evitar cualquier contratiempo que perjudicase a la población civil.
A pesar de todo esto, el 21 de septiembre, el presidente Perón anunciaba su alejamiento del cargo. También dimitían el gobernador Aloe y sus seis ministros.


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