No sabemos a
ciencia cierta qué concepción acerca de nuestra especie se tenía en la Antigua
Grecia. Los llamados dioses del Olimpo eran sí, a semejanza de los humanos y se
distinguían por atributos exaltados. Los semidioses eran el resultado de cierto
mestizaje entre poderosos dioses y escogidos humanos, principalmente bellas
mujeres mortales.
En una teoría que
hoy podría denominarse “racista” Platón en su República hablaba de hombres de oro, plata y bronce. Algunos
autores sostienen que esas distinciones no implicaban más que diferencias de
aptitud subjetiva y que ello no invalidaba la hermandad humana. Había hombres
para gobernar, otros para colaborar con ellos y otros para producir. Si se
quiere, con otros términos por cierto no “metálicos”, hoy esa misma concepción
está bastante arraigada en el sentido común.
Sófocles quien
viviera aproximadamente en el S.V. antes de Cristo, obviamente no contaba con
una interpretación evolutiva de la especie como la que desarrollara Charles
Darwin en el S.XIX de nuestra era.
En Edipo Rey, la Esfinge interroga al
personaje presentándole algo así como un acertijo.
“Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo,
que tiene una sola voz, y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto
de cuantos seres se mueven por tierra, por el aire o por el mar. Pero cuando
anda apoyado en más pies, entonces la movilidad en sus miembros es mucho más
débil.”
Edipo le
responderá:
“Escucha, aun
cuando no quieras, musa de mal agüero de los muertos, mi voz, que es el fin de
tu locura. Te has referido al hombre, que, cuando se arrastra por tierra, al
principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser
viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la
vejez.”
No sabemos si
esta alegoría de la Esfinge es una invención de Sófocles o un relato que
circulaba en la antigüedad griega. Lo que sí es evidente, es que el autor lo
incorpora a esta tragedia en la que se habla del parricidio, el incesto y la
peste. Hay en ese enigma una concepción bien definida acerca de la especie
humana. Una visión si se quiere, nada idealizada, más bien peyorativa.
En primer lugar,
el hombre es un animal más. No se trata de un ser superior. En segundo lugar, concibe
al humano como una especie anatómicamente endeble, fallada estructuralmente. Hoy
diríamos con dificultades funcionales genéticas. Sófocles seguramente no sabía
que el hombre deviene de algunos primates y de que todas las especies vivas se
van transformando en su puja con la selección natural.
Lo que debiéramos
preguntarnos es si la ciencia podrá alguna vez dar pie a la construcción de
herramientas que desafíen al enigma de la Esfinge y terminar con esta coyuntura
bioanatómica.
Estamos
acostumbrados a pensar que nuestra especie siempre fue y será, igual que hoy.
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