El idealismo data desde los albores del discurso filosófico.
El materialismo siempre fue un elemento subordinado, o minoritario. La suposición
de que hay un universo de ideas, escindido de lo tangible, e incluso que
precede la existencia de la materia, visto atentamente, pareciera casi un
contrasentido. Hasta tal vez una imposición, o una artimaña del poder. Pero
bien, el idealismo o mejor dicho la posición idealista, es decir la que supone
que el movimiento de la materia está manipulado desde un lugar no material;
obviamente no es un invento de la filosofía. El principal soporte idealista surgió
históricamente del sentido común y de las principales sistematizaciones de
dicho sentido, a saber: las religiones.
Claro pero lo difícil es transmitir ciertos pensamientos y
elucubraciones a partir de términos que si bien la mayoría supone su
significado, no todos coinciden o tienen una misma comprensión semántica de los
mismos. A diferencia de las matemáticas, en donde un determinado número o
función poseen un valor inequívoco, cuando se trata de una construcción de tipo
filosófico, es inevitable la irrupción de la polisemia y el malentendido.
El significante “filosofía” no posee un significado unívoco,
y hasta es utilizado para nombrar cosas que los denominados “filósofos” se
encargan de dejar por fuera de las definiciones académicas. La tan mentada “filosofía
de vida” es un ejemplo bastante común, para explicitar lo antedicho. En tal
sentido quien escribe considera que debe realizar una definición tal vez “provisoria”
de qué es la filosofía para poder argumentar lo que pretende desarrollar como
una crítica del idealismo. Y tal vez en el recorrido encontrar también
significados más precisos para lo que se conoce como idealismo y materialismo,
o metafísica y dialéctica.
La filosofía es un espacio de disputa. Sin la irrupción de
algo que cuestione las posturas idealistas precedentes (las de las religiones
por ej.) la filosofía no hubiera existido. Más precisamente sin el surgimiento
de disciplinas científicas, la posición idealista no hubiera necesitado
abroquelarse en una filosofía. Es más sin ese suceso no hubiera existido el
idealismo como concepción filosófica, como sistematización de las concepciones
del mundo precedentes.
Rigurosamente se tendría que decir que el idealismo surgió
con la filosofía, en contraste con el materialismo, siendo la filosofía como el
Estado para las fuerzas sociales, un lugar de disputa. En la filosofía, el
idealismo es la resistencia de lo viejo, lo que no depende de la acción humana;
mientras que el materialismo debe ser el sitio en el cual se combata la
inercia. Pero lo interesante debería ser saber qué es lo que bajo la categoría
de idealismo, tenía vida antes de la irrupción de la filosofía. Ese sedimento
previo, sigue existiendo de otras formas, ya que ni las religiones, ni el
pensamiento mágico dejaron de tener inserción en la sociedad. Tampoco la
ciencia en sentido positivista es una garantía, y hoy es factible encontrar
líneas de ruptura en saberes como el de los pueblos originarios, que en no pocas
oportunidades esbozan argumentaciones materialistas para problemáticas que las
ciencias ignoran o desatienden. El cuidado del planeta, la Madre Tierra, es un
ejemplo más que evidente con respecto a ello. Obviamente que en esos saberes
hay elementos idealistas, pero tal vez muchos menos que en la ciencia
positivista. Esta es una problemática propia al nuevo siglo, y en ella no es
ajeno el desarrollo de procesos de cambio social en Latinoamérica.
El idealismo, o su sustrato; seguramente es un lenguaje, un
discurso performativo, disciplinario; que impone supuestamente desde otro sitio,
una forma de proceder para convivir en sociedad. El discurso de la misa o del
orden cerrado tal vez sean ejemplos válidos para ejemplificarlo. Una secuencia
de significantes imperativos para imponer una conducta, que necesariamente
deben tener un lugar de convalidación por fuera de los humanos: Dios, el Bien o
la Patria. Diferentes nombres que adquiere el Otro.
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