Que la realidad sea cambiante, esto no significa que los
conceptos que puedan dar cuenta de ella tengan que ser completamente diferentes.
Cada coyuntura no necesita de una nueva teoría. Esta concepción lleva a
obsoletizarla, porque si para cada ocasión es necesaria una nueva, no tendría
ya ningún sentido. La teoría también se transforma, pero tiene su propia
temporalidad, sus propias leyes de ruptura y continuidad. La denegación de la
teoría es pura ideología, esa que sí se simula eterna, y que nadie cuestiona.
Por qué digo esto, porque pareciera que para dar cuenta de una cierta realidad,
pareciera que se tendría que explicar todo de nuevo. Encontrar correlaciones
entre términos -que algunos desecharon por viejos- y otros que los suplen pero
les hacen integrar una estructura de inteligibilidad diferente. La teoría no
puede tener la misma lógica que la moda o las ofertas del mercado.
El desprecio por la teoría es un residuo efectivo de ideas
posmodernas, prende fácil en los que practican el empirismo, y en los que
necesitan justificar su pragmatismo. En la realidad mal que pese siempre hay
teorías que actúan, se trata de conocerlas de decodificarlas e intentar reversar el rumbo. Actúan a través de sujetos
que la mayoría de las veces no son conscientes de ello. Las empresas producen
teorías permanentemente, no sólo para reproducir la producción y la economía,
también para el marketing, para su inserción en la sociedad, en cómo cambiar
los gustos, en cómo producirlos. En todo eso no hay ninguna espontaneidad.
Obviamente no todo se predetermina, también existe el azar y la indeterminación,
pero en lugar secundario o contingente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario