El nacimiento de un género que puede
ser leído – y escuchado – como el resultado musical de la inserción conflictiva
del trabajador afroamericano en el territorio hostil del sur profundo de los
Estados Unidos. Nota Socompa
“No puedo
imaginar mi vida ni la de nadie sin música. Es como una luz en la oscuridad que
jamás se extingue”
(The
Blues. Martin Scorsese)
Señalaba Nietzsche que cuando determinados
fenómenos se prolongan en el tiempo se los pasa a considerar -en su actualidad-
como algo completamente obvio. Lo que tiene vida hoy lo tuvo siempre. La música
tal como hoy la conocemos es seguro que no siempre existió aunque se busque su
acontecer en el remoto pasado humano. Es muy probable que su irrupción haya
sido ceremonial y religiosa sujeta a una producción de tipo artesanal. Hoy esa
producción es tanto industrial como tecnológica con fines más bien seculares y
en un rango de súper reproducción expansiva. Tanto es así que se podría afirmar
que el soundtrack, la banda de sonido, hoy invade la cotidianeidad.
Ya no es privativo del cine. No solamente se pueden llevar puestos auriculares
y reproductores de mp3. La música se escucha en las estaciones de trenes, en
los bares, dentro de los automóviles, acompañando la rutina del desplazamiento
humano. De todas formas la salida del modo artesanal de la música se puede
considerar como un acontecimiento reciente: el del surgimiento de la industria
musical y discográfica.
El nacimiento y desarrollo del blues se produjo en ese
momento de transición mencionado. Coincide además con la irrupción de la música
popular contemporánea con escenarios y actores sociales bien diferentes a los
que convocaba la música clásica.
El blues, al igual que el jazz, el tango o el
candombe, si bien tuvieron un sitio en el que se desarrollaron como músicas,
hay que precisar que son el resultado de una reterritorialización. No son en
sentido estricto: folklore, sino más bien incursión cultural exógena en un
nuevo territorio, generando un sedimento cultural inesperado y a la vez
excitante.
Los estilos mencionados son la resultante de choques
entre culturas en donde la cultura inmigrante se coloca como aspecto principal,
subvirtiendo lo estrictamente folklórico. Desde ese entrecruzamiento se debe
abordar el blues. Desde un cruce que si bien es conflicto y tensión también es
creación.
El nacimiento del blues se sitúa entre fines del Siglo
XIX y principios del XX. Se produjo en los estados sureños de los Estados
Unidos, más precisamente en el delta del Mississippi. En 1863 el presidente
Abraham Lincoln promulgó la Proclama de la Emancipación declarando la libertad
de todos los esclavos del país. Esta norma se puso en marcha a partir de 1865
cuando concluyó la Guerra de Secesión. Si bien representó una medida progresiva
hay que señalar que la vida material de la comunidad afroamericana no llegó a
presentar un cambio profundo en cuanto a inclusión social mientras se producía
simultáneamente una fuerte segregación. Algo de todo ese sentimiento producido
por esa nueva situación se hace presente en el blues.
La influencia de géneros anteriores como el góspel,
los spirituals y las work songs se hizo presente en una forma musical que
comenzó siendo vocal y sin acompañamiento. Fundamentalmente eran
improvisaciones cantadas tras la jornada de trabajo en las que los lamentos
representaban la norma. La mujer que lo había abandonado, las penurias
rutinarias, el paso del ferrocarril… El blues vendría a ser el resultado
musical de esa inserción conflictiva del trabajador afroamericano en un terreno
hostil.
La metáfora de la encrucijada
I went down to the crossroads, fell down on my knees.
I went down to the crossroads, fell down on my knees.
Asked the Lord above for mercy, “Save me if you
please.”
(Crossroad. Robert Johnson)
Si bien Crossroad fue uno
de los emblemáticos temas realizados por el mítico Robert Johnson, el cruce de
caminos no se agota ahí. Va mucho más allá de una composición musical. El tema
mismo debe haber sido realizado bajo el influjo de mitos contemporáneos.
Vayamos por partes.
Robert Johnson nació en 1911 en el pueblo de
Hazlehurst y a los 20 años se radicó en Robinsonville. Por esos tiempos
escuchaba a los intérpretes de blues más conocidos de entonces: Son House,
Willie Brown y Charley Patton. También se animaba a emularlos, aunque nadie
tuviera para con él demasiada consideración. Por esa razón un día tomó su
guitarra y se alejó para dedicarse a recorrer distintos poblados, tocando en
las esquinas y pasando la gorra. Con más suerte en los bares o en los honky-
tonks cercanos a las plantaciones de algodón.
Dos años después regresó a Robinsonville,
y ya no era el mismo, se había convertido en un guitarrista inigualable que con
las cuerdas bajas marcaba un walking bass hipnótico y
agregando el slide construido con el cuello de una botella
lograba que la guitarra gimiera. Nadie podía creerlo y fue así que comenzaron
las diversas conjeturas. Seguramente –supusieron- había tomado clases de
algún eximio intérprete. Aunque la idea que cobró más fuerzas fue aquella que
decía que Robert había pactado con el demonio en un cruce de caminos. En ese
cruce y donde los caminos se cortan había que llevar la guitarra y estar en el
sitio preciso antes de la medianoche y tocar algo para invocar a: “Un hombre
grande y negro irá hasta allí, tomará tu guitarra y tocará para ti, hará sonar
tu canción y te devolverá la guitarra”. Luego de eso el aprendiz sabrá todo lo
que necesita para tocar blues.
Solamente hay dos fotos y 29 canciones de Robert
Johnson, y hasta algunos dudan de que haya existido. La leyenda cuenta que
murió envenenado por el dueño de la taberna donde tocaba, ya que éste suponía
que Johnson mantenía relaciones con su mujer. Por esta razón le convidó con una
botella de whisky impregnada de estricnina. Tenía 27 años…
En la película Crossroad realizada
por el director norteamericano Walter Hill en 1986 podemos seguir algunas
pistas al respecto. Aunque la referencia a Robert Johnson estará siempre
presente, los personajes ahí son otros, encarnado sí el mismo mito. El joven
Eugene Mortone es un estudiante blanco de música que comienza a indagar en los
’60 sobre las raíces del blues y se encuentra en un geriátrico al legendario
armoniquista Willie Brown, también conocido como Blind dog Fulton.
Mortone era un gran guitarrista que en el instituto interpretaba música clásica
aunque dándole un rasgo particular más propio a la música afroamericana. Su
director en un momento le advierte: “No se puede seguir a dos amos”, dando a
entender que se está en un lugar o en el otro. El joven guitarrista decidió entonces
viajar al delta del Mississippi junto al Perro Ciego Fulton
quien le prometió convertirlo en bluesman. Lo interesante de la
narración cinematográfica es que el legendario armoniquista también de alguna
manera le repetía constantemente que no se puede seguir a dos amos. Para
convertirse en bluesman no alcanzaba con interpretar
óptimamente un instrumento sino que lo más importante era transformarse
espiritualmente haciendo que su cabeza ya no piense como un blanco nacido en
Long Island. La mayoría de los jóvenes blancos que en los ’60 crearon el rock
tomaron esa actitud subjetiva de ser portadores de un soul particular
que muchos describían como ser negros por dentro. Traducido implicaría sentirse
en esa intersección conflictiva de los afroamericanos en un lugar hostil. Por
esa misma razón el legendario blusero británico John Mayall alguna vez dijo que
si el blues resultaba ser la composición musical que expresa el lamento del
oprimido, el blues no podía ser privativo sólo de los negros –aunque lo hayan
creado- ya que la opresión también hay blancos que la padecen. Por eso la
identificación.
En 2003 en ocasión del “Año del Blues”,
Martin Scorsese produjo una serie documental de 7 episodios bajo el nombre
de The Blues. En la primera entrega denominada Feel like
going home la voz que relata dice: “El blues siempre transporta al
lugar dónde vio la luz. Una máxima africana dice que: las raíces del árbol no
dan sombra. El blues es igualmente profundo. Cuando escuchas esa música y la
comprendes verás que es lo único que no lograron arrebatarle al pueblo negro”.
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