2017/11/26

La encrucijada del blues- Música y choque de culturas

El nacimiento de un género  que puede ser leído – y escuchado – como el resultado musical de la inserción conflictiva del trabajador afroamericano en el territorio hostil del sur profundo de los Estados Unidos. Nota Socompa

“No puedo imaginar mi vida ni la de nadie sin música. Es como una luz en la oscuridad que jamás se extingue”
(The Blues. Martin Scorsese)

Señalaba Nietzsche que cuando determinados fenómenos se prolongan en el tiempo se los pasa a considerar -en su actualidad- como algo completamente obvio. Lo que tiene vida hoy lo tuvo siempre. La música tal como hoy la conocemos es seguro que no siempre existió aunque se busque su acontecer en el remoto pasado humano. Es muy probable que su irrupción haya sido ceremonial y religiosa sujeta a una producción de tipo artesanal. Hoy esa producción es tanto industrial como tecnológica con fines más bien seculares y en un rango de súper reproducción expansiva. Tanto es así que se podría afirmar que el soundtrack, la banda de sonido, hoy invade la cotidianeidad. Ya no es privativo del cine. No solamente se pueden llevar puestos auriculares y reproductores de mp3. La música se escucha en las estaciones de trenes, en los bares, dentro de los automóviles,  acompañando la rutina del desplazamiento humano. De todas formas la salida del modo artesanal de la música se puede considerar como un acontecimiento reciente: el del surgimiento de la industria musical y discográfica.
El nacimiento y desarrollo del blues se produjo en ese momento de transición mencionado. Coincide además con la irrupción de la música popular contemporánea con escenarios y actores sociales bien diferentes a los que convocaba la música clásica.
El blues, al igual que el jazz, el tango o el candombe, si bien tuvieron un sitio en el que se desarrollaron como músicas, hay que precisar que son el resultado de una reterritorialización. No son en sentido estricto: folklore, sino más bien incursión cultural exógena en un nuevo territorio, generando un sedimento cultural inesperado y a la vez excitante.
Los estilos mencionados son la resultante de choques entre culturas en donde la cultura inmigrante se coloca como aspecto principal, subvirtiendo lo estrictamente folklórico. Desde ese entrecruzamiento se debe abordar el blues. Desde un cruce que si bien es conflicto y tensión también es creación.
El nacimiento del blues se sitúa entre fines del Siglo XIX y principios del XX. Se produjo en los estados sureños de los Estados Unidos, más precisamente en el delta del Mississippi. En 1863 el presidente Abraham Lincoln promulgó la Proclama de la Emancipación declarando la libertad de todos los esclavos del país. Esta norma se puso en marcha a partir de 1865 cuando concluyó la Guerra de Secesión. Si bien representó una medida progresiva hay que señalar que la vida material de la comunidad afroamericana no llegó a presentar un cambio profundo en cuanto a inclusión social mientras se producía simultáneamente una fuerte segregación. Algo de todo ese sentimiento producido por esa nueva situación se hace presente en el blues.
La influencia de géneros anteriores como el góspel, los spirituals y las work songs se hizo presente en una forma musical que comenzó siendo vocal y sin acompañamiento. Fundamentalmente  eran improvisaciones cantadas tras la jornada de trabajo en las que los lamentos representaban la norma. La mujer que lo había abandonado, las penurias rutinarias, el paso del ferrocarril… El blues vendría a ser el resultado musical de esa inserción conflictiva del trabajador afroamericano en un terreno hostil.
La metáfora de la encrucijada
I went down to the crossroads, fell down on my knees.
I went down to the crossroads, fell down on my knees.
Asked the Lord above for mercy, “Save me if you please.”
                           (Crossroad. Robert Johnson)
 Si bien Crossroad fue uno de los emblemáticos temas realizados por el mítico Robert Johnson, el cruce de caminos no se agota ahí. Va mucho más allá de una composición musical. El tema mismo debe haber sido realizado bajo el influjo de mitos contemporáneos. Vayamos por partes.
Robert Johnson nació en 1911 en el pueblo de Hazlehurst y a los 20 años se radicó en Robinsonville. Por esos tiempos escuchaba a los intérpretes de blues más conocidos de entonces: Son House, Willie Brown y Charley Patton. También se animaba a emularlos, aunque nadie tuviera para con él demasiada consideración. Por esa razón un día tomó su guitarra y se alejó para dedicarse a recorrer distintos poblados, tocando en las esquinas y pasando la gorra. Con más suerte en los bares o en los honky- tonks cercanos a las plantaciones de algodón.
Dos años después regresó a Robinsonville, y ya no era el mismo, se había convertido en un guitarrista inigualable que con las cuerdas bajas marcaba un walking bass hipnótico y agregando el slide construido con el cuello de una botella lograba que la guitarra gimiera. Nadie podía creerlo y fue así que comenzaron las diversas conjeturas. Seguramente –supusieron-  había tomado clases de algún eximio intérprete. Aunque la idea que cobró más fuerzas fue aquella que decía que Robert había pactado con el demonio en un cruce de caminos. En ese cruce y donde los caminos se cortan había que llevar la guitarra y estar en el sitio preciso antes de la medianoche y tocar algo para invocar a: “Un hombre grande y negro irá hasta allí, tomará tu guitarra y tocará para ti, hará sonar tu canción y te devolverá la guitarra”. Luego de eso el aprendiz sabrá todo lo que necesita para tocar blues.
Solamente hay dos fotos y 29 canciones de Robert Johnson, y hasta algunos dudan de que haya existido. La leyenda cuenta que murió envenenado por el dueño de la taberna donde tocaba, ya que éste suponía que Johnson mantenía relaciones con su mujer. Por esta razón le convidó con una botella de whisky impregnada de estricnina. Tenía 27 años…
En la película Crossroad realizada por el director norteamericano Walter Hill en 1986 podemos seguir algunas pistas al respecto. Aunque la referencia a Robert Johnson estará siempre presente, los personajes ahí son otros, encarnado sí el mismo mito. El joven Eugene Mortone es un estudiante blanco de música que comienza a indagar en los ’60 sobre las raíces del blues y se encuentra en un geriátrico al legendario armoniquista Willie Brown, también conocido como Blind dog Fulton.  Mortone era un gran guitarrista que en el instituto interpretaba música clásica aunque dándole un rasgo particular más propio a la música afroamericana. Su director en un momento le advierte: “No se puede seguir a dos amos”, dando a entender que se está en un lugar o en el otro. El joven guitarrista decidió entonces viajar al delta del Mississippi junto al Perro Ciego Fulton quien le prometió convertirlo en bluesman. Lo interesante de la narración cinematográfica es que el legendario armoniquista también de alguna manera le repetía constantemente que no se puede seguir a dos amos. Para convertirse en bluesman no alcanzaba con interpretar óptimamente un instrumento sino que lo más importante era transformarse espiritualmente haciendo que su cabeza ya no piense como un blanco nacido en Long Island. La mayoría de los jóvenes blancos que en los ’60 crearon el rock tomaron esa actitud subjetiva de ser portadores de un soul particular que muchos describían como ser negros por dentro. Traducido implicaría sentirse en esa intersección conflictiva de los afroamericanos en un lugar hostil. Por esa misma razón el legendario blusero británico John Mayall alguna vez dijo que si el blues resultaba ser la composición musical que expresa el lamento del oprimido, el blues no podía ser privativo sólo de los negros –aunque lo hayan creado- ya que la opresión también hay blancos que la padecen. Por eso la identificación.
En 2003 en ocasión del “Año del Blues”, Martin Scorsese produjo una serie documental de 7 episodios bajo el nombre de The Blues. En la primera entrega denominada Feel like going home la voz que relata dice: “El blues siempre transporta al lugar dónde vio la luz. Una máxima africana dice que: las raíces del árbol no dan sombra. El blues es igualmente profundo. Cuando escuchas esa música y la comprendes verás que es lo único que no lograron arrebatarle al pueblo negro”.


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