La integración de la América Indiolatina plantea un cúmulo de elementos a tener en cuenta, principalmente en torno a la cuestión geoestratégica. Si bien esta preocupación se remonta a la epopeya emancipatoria iniciada hace más de 200 años atrás, y en las cuales los libertadores San Martín y Bolívar fueron sus grandes artífices; en el nivel de elaboración conceptual al respecto, se destacan principalmente los escritos de Bernardo de Monteagudo. Nuestro primera aproximación al problema no se plantea ir hasta aquel tiempo, sino abordarlo desde nuestro pasado reciente, principalmente desde las propuestas elaboradas en los primeros años setenta, para hacer un balance de ello y proyectarlo a lo que viene sucediendo desde el inicio del nuevo siglo en nuestro continente. Otro tema a tener en cuenta es que la América Indiolatina se desarrolla territorialmente desde el sur del Río Bravo, y que una respuesta que apunte a la integración del Sur, no puede desconocer nunca la estrategia de dominación de los que se hallan al Norte. En este sentido el brasileño José Luis Fiori en un artículo imprescindible que se titula: EUA, América del Sur y Brasil: seis tópicos para una discusión, apunta a la estrategia que se dio Estados Unidos a partir de la mitad del Siglo XX hacía nuestra región. Allí Fiori rescata dos textos de Nicholas Spykman, quien es considerado como el principal geo- estratega estadounidense del siglo pasado. En primer lugar Spykman divide al continente en dos Américas, la anglosajona y la latina, y a esta última también la divide en dos. Una primera es la que al sur del Río Bravo, está conformada por México, el Caribe, Centroamérica, más Colombia y Venezuela, y que denomina mediterránea, mientras que la otra es la que se ubica al Sur de este primer conglomerado. En la zona mediterránea el poder del coloso del Norte no puede nunca ser cuestionado, mientras que en la sureña, donde privilegia la permanente desarticulación del triángulo del A-B-C (Argentina, Chile y Brasil), si la hegemonía fuera cuestionada, no habría que vacilar en utilizar la guerra como respuesta.
Ayer leía en el diario La Opinión, que viene publicando Tiempo Argentino, una nota muy interesante y que es del 17 de junio de 1973, donde se hace referencia a un nuevo posicionamiento latinoamericano frente a la OEA, donde la posición para entonces progresista estaba conformada por Chile, Perú, Ecuador, Panamá y México y donde la presencia de Argentina a partir del triunfo de Héctor Cámpora, era decisiva para efectuar un pedido de reestructuración del organismo multilateral. Lo interesante a rescatar de aquel tiempo, era el posicionamiento de Brasil como principal representante de los intereses del Norte, en una respuesta a los nuevos alineados, que entre otras cosas pretendían la incorporación de Cuba, como el control de ciertos mecanismos financieros, que eran uno de los principales modos de presión de la política exterior norteamericana. Otra a tener en cuenta es que el eje del Pacífico estaba alineado en una franja progresista.
El proceso de integración amerindio actual, a diferencia de aquel tiempo cuenta con un núcleo duro, sin el cual cualquier estrategia no tendría ninguna perspectiva, y es la alianza entre los dos gigantes sudamericanos. El profesor brasileño Luiz Alberto Moniz Bandeira, lo define muy bien y dice que sin alianza entre Argentina y Brasil no había Mercosur, y que sin éste tampoco habría Unasur, y yo agregaría que sin Unasur no hay integración de la América Indiolatina. La comunidad suramericana es el punto de arranque, integrando a aquella zona sur que caracterizaba Spykman, pero incluyendo a Venezuela y Colombia. También vale destacar en todo esto la presencia de Brasil en el BRICS, junto a los nuevos emergentes euroasiáticos y ahora Sudáfrica, en un armado multipolar, como la construcción del ALBA, que excede los límites de la zona sur y se mete en la zona mediterránea, y también el Grupo de Río.
Si bien hoy como decíamos más arriba la constitución de Unasur, es un resultado efectivo del desarrollo del Mercosur, es observable que a diferencia de los años setenta, el eje del Pacífico, ofrece el perfil más derechista de la nueva configuración regional. La derecha desplazó en Chile a la socialdemocracia, nunca se fue de Colombia, y hasta ayer era gobierno en Perú. Sólo la presencia de Ecuador, a pesar de tener un bastión derechista en el puerto de Guayaquil, y Bolivia que aún tiene clausurada una reivindicada salida al mar.
Con el triunfo de Ollanta Humala se abre una nueva configuración, donde tanto Perú como Ecuador meterían una cuña central en el eje del Pacífico, y donde sería muy importante avanzar en la resolución de dos conflictos bilaterales que datan de la América avasallada, y que son los que conciernen a Chile tanto con Bolivia, como con Perú. En este sentido, es muy importante que en esta resolución sea la Unasur quien pueda ser el principal mediador, tal como en los últimos días plantearon legisladores argentinos que visitaron Bolivia, para el caso concreto de la salida al mar para el país del Altiplano.
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