2015/02/23

El kirchnerismo tras 12 años de gobierno- Un balance que hay que hacer

Los procesos políticos sean del color que sean, nunca conservan la misma direccionalidad ni intención. Sólo una dirección muy aceitada, es decir con una masa crítica como base que le permita revertir tensiones o elementos inerciales, o modificar tendencias en el momento de mayor necesidad podría atenuar los vaivenes y declives. En la Argentina excluyendo el proceso de desmantelamiento del Estado, privatizaciones y entrega del patrimonio llevado adelante por Menem en el primer lustro de los noventa, éste pudo llevarse de acuerdo a un rumbo de dirección cuasi militar. Había un sentido común que lo convalidaba, pero, a partir de la mitad de la década comenzaría a profundizarse una resistencia que lo iría a desgastar facilitando la llegada de la Alianza al gobierno en el ’99. Ya en las elecciones de medio término del ’97 se avizoraba eso. Aún no existe un balance crítico del porqué, desde esa resistencia no se pudo generar una alternativa que no hubiera sido un rejunte con el radicalismo a la cabeza. Mucho menos de por qué ese gobierno no cumpliría más que medio mandato. Es probable que el armado de la Alianza y esa fragilidad para gobernar no sean más que las dos caras de una misma moneda. Y que el Establishment haya sido el principal mentor, aunque una gran parte del progresismo de entonces se haya ilusionado con ello. La salida prematura de Carlos “Chacho” Álvarez de la vicepresidencia era todo un indicador de la labilidad de dicha fuerza.
Tras 12 años de kirchnerismo es posible avizorar que no siempre se dio un ritmo parejo de construcción y movilización. La gestión en muchos momentos -principalmente en los primeros años- daba la sensación de ser bastante pragmática. Tras el conflicto con las patronales del campo y con el impulso de la ley de medios, el gobierno logró que la fuerza que lo sostenía se recomponga, tanto por la negativa (con la salida de sectores retrógrados del peronismo) como por la positiva con la llegada de sectores ubicadas a la izquierda, el nacimiento de nuevos medios, y el surgimiento de nuevas organizaciones no ancladas en el peronismo tradicional. Evidentemente estamos desarrollando un trazo muy grueso de lo acontecido en los últimos años. Para quien escribe el 2010 (y no exclusivamente por el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner) fue el gran año del kirchnerismo, el de más despliegue y movilización, que culminaría un año después con el altisonante 54 %.
El año 2012 era de escenario abierto. O el kirchnerismo se consolidaba en una fuerza política diferente al PJ o sucumbía. La posibilidad de desarrollo de Unidos y Organizados era una apuesta singular. No se dio. La posibilidad concreta de llevar adelante un proceso constituyente para reformar la Constitución como en los países bolivarianos, era otra posibilidad. Tampoco se dio. La nacionalización de YPF ese año podía ser la punta del iceberg para profundizar una estructura económico- social diferenciada a los peores tiempos de la dependencia. La presidenta había planteado un año antes la industrialización de la ruralidad, cosa que hubiera revertido la primarización. El kirchnerismo que llega a 2015 no es igual al de 2010 (por dar un ejemplo). Si la cuestión Nisman resulta uno de los engranajes de la puesta en marcha de un “golpe blando”, en primer lugar habría que señalar que eso se produce por debilidad. Que después de 12 años de gestión el kirchnerismo tenga como posible heredero al gobernador Daniel Scioli, tal vez sea una señal de mayor debilidad aún.

La cuestión planteada exige un desarrollo que sea lo más exhaustivo posible, sin invalidar ni obviar datos de la realidad de los últimos años. Para quien escribe el año 2013 fue clave para llegar a esta configuración actual. Desde las negociaciones secretas entre Sergio Massa y Daniel Scioli a la elección de Martín Insaurralde como primer candidato del Frente para la Victoria, se produjo un cierto golpe de timón, que para muchos pasó desapercibido. Desde ese momento las perspectivas planteadas los años anteriores parecieran haber caído en saco roto, y el gobernador bonaerense empezar a aparecer como el candidato natural de la sucesión.  Volveremos sobre este tema…

1 comentario:

Adrián Corbella dijo...

Acuerdos y desacuerdos. Scioli no es una figura que me atraiga, aunque lo respeto. Me hubieran gustado medidas profundizadoras como las que sugerís, pero creo que se hizo lo que se pudo en un contexto generalmente muy adverso. Seguramente hubo errores... todos cometemos errores. El caso Insaurralde es un error claro. Pero no me parece que haya habido grandes oportunidades desaprovechadas. No se hizo lo que no se pudo hacer, me parece.